Oscar de la Hoya deja abierta la puerta del retiro tras la derrota
El Golden Boy volvió
a perder con Shane Mosley, la tercera derrota de su carrera profesional, y ya empezó a especularse sobre su decisión de abandonar el boxeo. Pero se presume que no volverá a pelear únicamente por dinero, ya que lleva ganados más de 500 millones de dólares en sus once años de campaña.
Por Daniel Guiñazú
¿Qué será de la vida de Oscar de la Hoya ahora que volvió a perder sus títulos del mundo? ¿Seguirá poniendo la cara en los cuadriláteros a cambio de millones, ahora con afán de desquite? ¿O, precisamente a causa de esos millones, decidirá que ya no tiene sentido seguir arriesgando la salud y que lo mejor es decirle adiós a la actividad que, en diez años, le ha dado gloria, fama y fortuna? ¿Qué prevalecerá más? ¿El orgullo de no irse perdedor o el deseo de dejar de lado sacrificios y privaciones para asumirse definitivamente como empresario y cantante pop latino?
No bien el anunciador Michael Buffer proclamó sobre el ring del MGM Hotel y Casino de Las Vegas la victoria por decisión unánime de Shane Mosley (los tres jurados –Duane Ford de EE.UU., Stanley Christodoulou de Sudáfrica y Anek Hongtongkam de Tailandia– coincidieron en la misma tarjeta, 116 a 113 para el ahora campeón mundial superwelter del Consejo y la Federación), las preguntas estallaron como una granada sobre el atribulado mundo del boxeo internacional. Y siguen estallando por estas horas. En sus declaraciones posteriores, De la Hoya, con la misma sonrisa amable que dibujó en su cara luego de sus traspiés anteriores ante Trinidad y el mismo Mosley, no cerró ninguna de las puertas. Antes bien, dejó todas abiertas. “Antes de la pelea, anuncié que si perdía me retiraba –dijo–, pero eso es algo que no puedo asegurar ahora. Ya pensaré algo al respecto. Todavía es demasiado temprano para tomar alguna decisión.”
Y es así nomás. Resulta difícil anticipar a la distancia qué habrá de hacer el boxeador más taquillero y convocante de la actualidad. Hay tantas razones para suponer que De la Hoya le dirá adiós al boxeo porque ya está hecho y no le quedan motivaciones, como para afirmar que su raza de boxeador se resistirá a la derrota y hará un esfuerzo final para sacarse su última foto con los brazos en alto. Queda claro a esta altura que los millones que pueda embolsar en una hipotética revancha con Mosley o en un superchoque ante Bernard Hopkins por el título mundial de los medianos CMB-AMB-FIB no formarán parte de la médula de la decisión que habrá de tomar el Golden Boy. Veinticinco o treinta millones más no inclinarán la balanza ni en uno en otro sentido. Entre bolsas y contratos publicitarios, De la Hoya ha embolsado más de 500 millones de dólares en su campaña.
Lo que sí está claro es por qué De la Hoya no pudo por tercera vez en su vida ante Mosley. Perdió su tercera pelea profesional porque del 4º round en adelante dejó de hacer lo que estaba haciendo y le daba más que buenos resultados. En los dos primeros asaltos, De la Hoya (69,854 kg) le había dado salida rápida a su 1-2 (partida de izquierda en jab y derecha en directo viniendo detrás) y había podido mantenerlo lejos a Mosley (69,854 kg). El ahora campeón del mundo no lograba quebrar la cintura y pasar a la corta distancia.
Pero en el arranque del 4º asalto, se toparon las cabezas, De la Hoya apareció con un corte no demasiado peligroso, al lado de su ceja derecha. La sangre entibiándole ese costado de su cara le alteró los nervios y le confundió los planes. El boxeador cerebral fue copado como otras veces por el peleador sanguíneo. Y las ventajas que podía haber enhebrado con paciencia, se perdieron del brazo de la ofuscación.
Mosley, a veces con más artificio que efectividad, pudo pelear y pudo boxear, según lo que eligiera para cada momento. De la Hoya, condicionado por el corte, no terminó de hacer ninguna de las dos cosas. No le dio a su izquierda en apertura la movilidad ni la continuidad de sus mejores momentos para tenerlo a raya a Mosley ni se decidió a apretar los dientes para llevarse por delante al moreno de los ojos verdes.
El mejor momento de Mosley fue el 9º asalto cuando dominó el centro del ring, partió con su izquierda en jab y gancho e hizo retroceder a su rival. Pero, a diferencia de la pelea de hace tres años en el Staples Center de Los Angeles, el nuevo campeón no cerró la pelea de mejor manera que el ahora ex campeón. No acumuló ventajas claras en los últimos tres rounds y eso potenció la polémica, dejando abierta la discusión. Cada unose bajó del ring pensando que había ganado por tres puntos. Los jurados le dieron la razón a Mosley. Pero De la Hoya no estaba tan equivocado.