Lun 08.04.2002
libero

DIEZ REFLEXIONES SOBRE UNA PROFESION RIESGOSA

Técnicos a la parrilla

Es noticia: esta fecha no se devoró a ningún entrenador. Pero el ritmo de deglución de este Clausura es superior a la media corriente. ¿Cuál es el límite? Los técnicos, engranajes de la misma maquinaria que los pulveriza.

› Por Pablo Vignone

1 Dicen que es la profesión más riesgosa del mundo. Por el estrés, que provoca infartos (que lo diga Cruyff), por la inestabilidad emocional que provoca la inestabilidad de los resultados, por lo que sea. La del entrenador del fútbol es una profesión tan explosiva como la del corresponsal de guerra: nunca se sabe cuándo va estallar una granada debajo del banco adonde están sentados. En la Argentina, donde el riesgo país es una cordillera de desconfianza, el riesgo de ser técnico supone otra dificultad adicional. El índice de desocupación, superior al 20 por ciento, se nutre sin cesar entre las filas de técnicos que van a la platea.

2En sucesivos informes publicados por este diario se monitoreó en los últimos campeonatos el porcentaje de técnicos eyectados por los malos resultados. El número grueso de los últimos cinco torneos –sin incluir este corriente Clausura 2002, corriente de actual y de burdo– oscilaba alrededor del 0,5: esto era, un entrenador despedido cada dos fechas. En la práctica, significaba que en torneos de 19 fechas, entre nueve y diez técnicos se quedaban, por el motivo que fuera, sin trabajo.
3Pero la Argentina de este Clausura no es la de los últimos torneos, aunque aquélla se le pareciera bastante pero no lo suficiente como para pronosticar con exactitud esta pavorosa realidad. Y por eso no extraña que en estos temblorosos tiempos de inflación, el índice haya trepado. Como si la prescindencia de los técnicos estuviera regulada por el CER. A saber: en las 12 fechas que se llevan jugadas, perdieron su empleo ocho entrenadores. Uno cada fecha y media. Se van más rápido. Hay menos tolerancia.

4A esta altura vale el repaso. El primero en despedirse fue Juan Manuel Llop, que dejó Newell’s apenas transcurrida la primera fecha; lo reemplazó Julio Zamora. Antes de jugarse la segunda fecha, le llegó el turno a Osvaldo Sosa, que renunció en Chacarita; Pistola Vázquez fue el interino en la segunda jornada, y José Pastoriza asumió desde la tercera. El recambio, que había arrancando a puro vértigo, tuvo un descanso hasta la sexta fecha, cuando se abrieron las compuertas de la sucesión.

5En la sexta fecha renunciaron Sergio Batista (Argentinos) y Daniel Teglia (Central). Al primero lo reemplazó Jorge Solari, el segundo tuvo una salida más extraña; los dirigentes, mientras arreglaban con César Menotti, le pidieron que continuara como interino de sí mismo un partido más. Teglia lo hizo, y el equipo ganó... En la octava fecha, los tocados y hundidos fueron Brown y Enrique, en Chicago. A la semana asumió Francisco Ferraro; en la novena, le dieron el olivo a Carlos Mac Allister en Belgrano, reemplazado por un hombre del club, Tomás Cuellar; en la undécima, después de muchas presiones, Néstor Clausen se dio de baja en Independiente, y aunque el sábado lo reemplazaron interinamente Alberto Tardivo y Guillermo Ríos, se especula que mañana cerrará trato Américo Rubén Gallego. No fue el último: en Unión, la tormenta se lo llevó puesto nada menos que a Carlos Griguol, a quien suplantó ayer Fran Kudelka.

6Un simple recuento: en ocho de los veinte equipos ya hubo trueque de entrenador. ¿En cuántos más el técnico está tecleando? Mario Ballarino ya anunció el sábado que los dirigentes de Talleres tienen la renuncia a su disposición. Miguel Brindisi no cobró su sueldo en Huracán en muchos meses, y si la campaña irregular del equipo no lo dispara, la situación económica podría hacerlo. Pellegrini dejará San Lorenzo sea como sea, pero sólo al término de este torneo. Aimar en Lanús y Fossati en Colón son los otros dos sobre los cuales el pronóstico está abierto.
7En el resto parece haber cierta calma: ni hablar de River (Díaz) o Boca (Tabárez), a quienes acompañan los resultados. En Racing se precisa un desastre para hacer salir a Reinaldo Merlo, ungido semihéroe tras la obtención del Apertura. En La Plata hay tranquilidad con Ramacciotti en Gimnasia y con Craviotto en Estudiantes. Lo mismo puede decirse de Garisto en Banfield: aunque el equipo no se salvó aún del descenso, la campaña queformaliza en este torneo es más que aceptable. Mientras Vélez siga en la Libertadores, Edgardo Bauza está seguro.

8Si los resultados son los que mandan, está claro que la continuidad de los técnicos está más sujeta a la aleatoriedad del torneo que a sus presuntas capacidades. Este torneo de 19 fechas se juega en exactos 90 días: cada equipo juega, promedio, un partido cada 4,7 días. Si se les deja un día de descanso a los jugadores tras cada partido, el técnico tiene tres días y medio antes de cada encuentro para adoctrinar a sus futbolistas, para trabajar –como se dice–, para armar un colectivo. ¿Es eso posible? Un dato: Menotti debutó con Central el 23 de marzo, ante Chicago; jugó el 27 con Boca, el 30 con Banfield, el 2 de abril con Vélez y el 6 con Independiente. Cinco partidos en quince días. ¿Se puede trabajar en los entretiempos?

9Los entrenadores son víctimas, también, de su propio discurso. Porque la tendencia es que su tarea sea el efecto piramidal de un “equipo de trabajo”, que llevan como convoy cada vez que desembarcan en un club, y que ha engordado de los tradicionales ayudante de campo y preparador físico a multitudes que incluyen adiestradores de inferiores, peloteadores de arqueros y espías de rivales. El tamaño del staff es directamente proporcional a las expectativas que se depositan sobre él.

10¿Hay solución? Si el poder del fútbol hace circular el mensaje mandatario de que son los resultados los que mandan, pero ya en frecuencias frenéticas, y los principales involucrados continúan legitimando el discurso con su mansa aceptación de las reglas del juego, no la habrá. Seguirá enviciándose el círculo. Y ni siquiera la alternativa que plantean los clubes ante la crisis –técnicos interinos surgidos del club, más baratos y maleables– detendrá la ola.

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