Lun 19.01.2004
libero

LOS DRAMAS DE INDEPENDIENTE, EN LA CANCHA Y FUERA DE ELLA

El infierno está encantador

Después de un 2003 muy malo, el equipo no ha levantado cabeza y lleva perdidos tres partidos al hilo. En el plano institucional, al club no le va mejor. Al presidente Ducatenzeiler se le licuó gran parte de su poder en manos del actual hombre fuerte, Sergio Pardo.

› Por Gustavo Veiga

El fútbol siempre ofreció buenas tribunas para hacer política. De hecho, Independiente posee la popular con más capacidad entre todas las que existen en los grandes estadios de Argentina. Y, además, ha sabido tener a su frente a dirigentes de difundida militancia en el radicalismo, un tanto venido a menos desde la caída de Fernando de la Rúa. Julio Grondona, su presidente entre 1976 y 1979 o el actual hombre fuerte del club, su actual secretario de Prensa, Sergio Pardo, estuvieron comprometidos en el pasado, de un modo u otro, con la UCR. Este joven contador de Avellaneda es el directivo de más alto perfil desde que el presidente Andrés Ducatenzeiler empezó a cometer gruesos errores que lo fueron marginando de la conducción en el día a día. Y se potenció, en parte, cuando acercó al empresario Julio Comparada, un hombre a quien se atribuye una relación comercial con el gastronómico Luis Barrionuevo en la compañía de seguros El Surco. Ambos, Pardo y Comparada, ejercen una cuota de poder respetable en la institución de Avellaneda, atomizada como está en términos políticos y hundida en una crisis económica que necesita imperiosamente de efectivo.
Pardo presidió la Juventud Radical a principios de los años ‘90 cuando ya militaba en la línea interna de Federico Storani, quien, con la llegada de la Alianza al gobierno, lo llevó al Ministerio del Interior. Allí, el ahora dirigente de Independiente controlaba la Secretaría de Provincias. Cuando su referente político se alejó de una administración que viraba por completo a la derecha, Pardo comenzó a consumir su última dosis de protagonismo, que recuperaría cierto nivel con su desembarco en el fútbol, un amplificador de perfiles como pocos.
Quienes lo conocen bien desde su etapa de correligionario comprometido, al frente del Comité Nacional de la Juventud, lo recuerdan como “un dirigente que en su momento tuvo cierto peso, aunque no descolló. En lo personal, es un tipo muy carismático, muy entrador. Con él siempre nos divertíamos...”. El relato corresponde a una antigua militante del partido de Raúl Alfonsín –otro hincha caracterizado de Independiente–, quien lo trató en varias oportunidades. Hoy, Pardo ya no participa de reuniones con la plana mayor de la UCR donde se define el destino de un país. Su objetivo es más módico: lo ocupan los impostergables aprietos que debe resolver Independiente, un club que el 1 de enero del año próximo cumplirá cien años.
En línea con el advenimiento de ese emblemático aniversario, el secretario de Prensa fue uno de los hombres que ideó el denominado “Plan Estratégico Centenario Independiente” que se presentó en sociedad el lunes 10 de noviembre de 2003. En uno de sus textos preliminares, sostenía que “se está proponiendo, concretamente, profesionalizar el manejo de los asuntos del club”. Pardo, aquella noche, tomó para sí la responsabilidad de explicar las especificaciones técnicas en su calidad de profesional de las ciencias económicas, título que obtuvo en la Universidad de Buenos Aires, de donde también egresó su hermano, que es licenciado en Comunicación. A su lado, lo escuchaban Ducatenzeiler y el vicepresidente Fernando Sciaccaluga.
La impericia del presidente, quien hoy se encontraría en el exterior y ni siquiera estuvo presente el día en que asumió José Omar Pastoriza el cargo de nuevo entrenador, le dio oxígeno político suficiente a Pardo para avanzar hacia otras áreas de gestión. Mientras que Ducatenzeiler retiene para sí la jefatura formal del departamento de fútbol y no acompaña este ciclo desde sus inicios –prefería a César Luis Menotti–, Pardo sí estuvo allí y hasta se permitió hablar sobre las gestiones –luego frustradas– para contratar al delantero Ernesto Farías. Podría argumentar que también le corresponde ese rol, porque es el secretario de Prensa. Criatura política al fin, no deja pasar cuanta oportunidad se le presenta para difundir sus pensamientos. Su aliado Comparada, en cambio, se encarga deacercar nuevos negocios y maneja muchos asuntos por teléfono, sin obligación de concurrir al club.
Poca falta le hace, ya que no es dirigente.


Números del averno

Las cuentas no cierran. Independiente necesita recaudar efectivo cuanto antes y tiene las fuentes de recursos casi secas. Su pasivo supera ahí nomás los 30 millones de pesos, su déficit operativo continúa y como hace tiempo pasó el efecto campeonato (gracias al título conseguido con la conducción de Américo Gallego), ahora hay quienes le atribuyen una cuota de responsabilidad por la debacle a la política del dueto Ducatenzeiler-Grinbank: aquella que consistía en la expresión más cabal del “déme dos”, pero no se trataba de comprar electrodomésticos y sí, futbolistas. Claro está, jugadores que luego emigraron hacia otros sitios porque pertenecen al grupo económico que lidera el empresario que acaba de fracasar con su último emprendimiento en el Leganés de España.
“A Independiente no le salió nada gratis. Daniel (por Grinbank) cobró hasta 20 mil y pico de dólares por la gestión de cobro de unos documentos”, explica Carlos Bandrés, el presidente de la Comisión Fiscalizadora del club. La descapitalización que implicó obtener un título de campeón basándose en la incorporación de un plantel casi por completo ajeno redundó en lo siguiente: los únicos jugadores que hoy le pertenecen a Independiente son juveniles sin demasiada experiencia en Primera como Lucas Molina, Jeremías Caggiano, Hernán Losada y Lionel Ríos, por citar a los más conocidos. Por ende, resultará difícil que ingresen divisas en el corto plazo como producto de sus ventas. La última joya de la abuela, Gabriel Milito, transferido al Zaragoza, era el mejor defensor del fútbol argentino hasta su venta y llevaba años jugando en Primera.
Lo grave es que, como urgen buenos resultados (este año será un desafío adicional la Copa Libertadores), la política de compras continúa, aunque ahora ya no está Grinbank, se esfumó la influencia que tenían los empresarios Rubén Bouza y Cayetano Lavalle, que representaban a Osvaldo “Chiche” Sosa, pero sí reapareció en escena un viejo habitué del mercado: Gustavo Mascardi, quien acaba de ceder al colombiano Jairo Castillo, una vieja debilidad de Pastoriza.
Mientras tanto, el presidente no gobierna porque su poder se licuó en el primer año de mandato, ya ni cuenta con la venia de Grondona, y apenas le queda como raída tarjeta de presentación el curioso cargo de secretario de Finanzas y Hacienda de la AFA, una mueca curiosa de la influencia que perdió y que ahora pasó a manos del correligionario Pardo y de su socio político, el asegurador Comparada.

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