CONTRATAPA
Alí
La vida del más grande boxeador de la historia fue llevada a la pantalla grande, con el papel protagónico de Will Smith. “Me tendrían que haber llamado para hacer yo mismo la película –bromeó Alí cuando vio el filme–. Smith no lo hace mal, pero es un poco loco y yo soy mucho más elegante que él.”
Por Nemesio Rodriguez
Denostado por muchos, elogiado por pocos, polémico siempre, el mundo del boxeo ilumina de nuevo las pantallas de cine para ofrecer la vida del que fue el más grande y controvertido pugilista de la historia: Mohamed Alí.
Dirigida por Michael Mann (El último mohicano, El informante), Alí es la apuesta de Will Smith para mostrar la vida de Cassius Marcellus Clay, nacido en Louisville (Louisiana, Estados Unidos) el 17 de enero de 1942, el peso pesado que en 1964, en plena carrera pugilística, se convirtió a la religión musulmana y adoptó el nombre de Mohamed Alí.
La película, que contó con un presupuesto de 105 millones de dólares, parte de los cuales aportó Smith, abarca un período de 10 años de la vida de Clay. Empieza en 1964, cuando obtiene el título mundial con 22 años de edad al derrotar por nocaut al legendario Sonny Liston, y termina en 1974 cuando se prepara para enfrentarse en Kinshasa (Zaire) con George Foreman y se da cuenta de que el tiempo no ha pasado en vano.
En esos años se afianzó un boxeador único, con un estilo llamativo y explosivo, adornado con grandilocuentes frases provocadoras, pero también una figura cívica, que en 1967 se negó, basándose en sus creencias religiosas, a ser inscripto en las Fuerzas Armadas de su país para ir a combatir a Vietnam (“a mí el Viet-Cong no me ha hecho nada”).
Su decisión tuvo una repercusión mundial, no en vano “era más famoso que cualquier presidente de los Estados Unidos o que la estrella más grande del espectáculo”, como escribió el periodista Hugh Mcilvanney en el libro The Gardest Game, una serie de artículos sobre los combates de Alí.
Con su gesto, Clay se convirtió de inmediato en el símbolo de la resistencia a los que se oponían a dicha guerra. “Mis acciones sacudieron al mundo y concientizaron a muchas personas”, dijo el “orgullo más grande que ha tenido el pugilismo”, como lo catalogó el Consejo Mundial de Boxeo, aunque el costo fue elevado: le quitaron el título, le retiraron la licencia y lo condenaron a cinco años de cárcel.
Su carrera quedó interrumpida en el mejor momento, después de cinco defensas exitosas de la corona arrebatada a Liston. En 1971, el Tribunal Supremo le dio la razón y fue indultado. Alí recuperó el título en la pelea de Kinshasa contra Foreman.
Para representar esta intensa década de la vida de Alí, Smith se enfrentó al papel con una mezcla de temor y pasión, dada la gran admiración que ha sentido siempre por el ex boxeador, hoy enfermo de Parkinson.
“Estaba petrificado, no sabía si sería capaz de saber cómo interpretar a Alí”, dice Smith, un ex rapero más conocido por su lado cómico –que le dio fama en la serie “El príncipe de Bel Air”– que por sus trabajos dramáticos.
Smith rechazó el papel varias veces, pero al final aceptó el reto. Dedicó un año de su carrera a prepararse tanto física como mentalmente. Ganó cerca de 15 kilos (su peso normal es de 80 kilos) y aprendió a boxear asesorado por Angelo Dundee, el antiguo entrenador de Alí.
Durante estas lecciones, Smith intercambió golpes con boxeadores profesionales. Golpes de verdad que hicieron sentir al actor, de 33 años, la dureza de este deporte.
Smith también habló con Alí. En cuanto lo conoció, se puso a imitarlo hasta el punto de que el antiguo boxeador preguntó a los que estaban presentes si había sido tan loco como parecía el actor.
“No lo hace mal, pero soy mucho más guapo que él y me tendrían que haber llamado para hacer yo mismo la película”, bromeó Alí después de ver el filme.
El resultado para el propio Alí no tiene ninguna duda: “Es el mayor filme de la historia del cine”, frase que recuerda a las que pronunció en el pasado: “Soy el más grande de todos los tiempos”, “soy el Rey del Mundo”, “protagonizaré el milagro más grande desde la resurrección de Cristo” (cuando pronosticó su victoria sobre Foreman). No es la primera vez que Alí inspira una película. El ex campeón se interpretó a sí mismo en El más grande (The Greatest, 1977) y su viaje a Africa para pelear con Foreman quedó documentado en Cuando éramos reyes (When We Were Kings, 1996), un filme formidable que ganó un Oscar en su categoría.
Tampoco es la primera vez que un campeón de boxeo inspira un filme o que el séptimo arte y sus estrellas prestan su atención y su tiempo a este deporte, sin olvidar a los pugilistas que coquetearon con el cine una vez colgados los guantes.
Entre estos últimos destaca el italiano Nino Benvenuti, ex campeón del mundo de los superwelter y mediano –título que le arrebató Carlos Monzón en 1970–, actor en varios westerns spaghetti al lado de Giuliano Gemma. El desaparecido Anthony Quinn protagonizó en 1962 Requiem por un campeón, bajo la dirección de Ralph Nelson, considerada una de las películas más logradas sobre esta disciplina y en la que participó el ex boxeador Jackie Gleason.
Grandes aficionados fueron Francisco Rabal, Luis Buñuel, John Huston, que fue practicante del pugilismo al igual que Frank Sinatra, y Walter Matthau fue entrenador de pugilismo para policías.
Nadie puede olvidar al Toro salvaje de Martin Scorsese, en el que Robert De Niro interpretaba a Jake Lamotta, o El estigma del arroyo, en el que un genial Paul Newman personificaba a Rocky Graziano. Sí pueden olvidarse algunas de las secuelas del Rocky de Sylvester Stallone, tan alejado de Alí como un mosca de un verdadero peso pesado.