Lun 09.01.2006
libero

CARLOS BALDOMIR, NUEVO CAMPEON MUNDIAL DE LOS WELTERS DE LA CMB Y LA AMB

Ganó con toda la pesada en contra

Venció a un pupilo de Don King, el amo del boxeo estadounidense, en el Madison Square Garden, con el árbitro y la organización en contra, por puntos en fallo unánime tras 12 fervorosos asaltos. Es el 29º campeón mundial del boxeo argentino.

› Por Daniel Guiñazú

En el corazón mismo de la leyenda del boxeo mundial, en el Madison Square Garden de Nueva York, Carlos Manuel Baldomir asestó el golpe más grande de su vida pugilística. Allí donde una noche de hace 30 años ganaron Monzón y Galíndez, y donde Ringo Bonavena se doctoró de guapo nada menos que ante Muhammad Alí, un laburante santafesino de 34 años, experto en injusticias y curtido en sufrimientos, sacudió los cimientos de un negocio multimillonario y se transformó en el campeón del mundo número 29 de la historia del boxeo profesional de la Argentina. Allí, en la ciudad donde todos los sueños son posibles, un muchacho –que hasta no hace mucho pateaba las calles de la ciudad de Santa Fe ofreciendo plumeros y escobas puerta por puerta– cambió su vida, quizá para toda la vida.

Había que verle la cara de estupefacto a Don King, el manager de Zab Judah, no bien se anunció el fallo unánime que dio perdedor a su pupilo, y reconoció a Baldomir como nuevo campeón unificado de los welters para el Consejo y la Asociación Mundial (la Federación Internacional resolvió no reconocerlo por no tenerlo incluido en sus rankings). Había que verlo al promotor de los pelos parados mordiendo el polvo de una derrota que no se esperaba. Justo a él lo sorprendieron en su propio patio. Justo a él que se precia de reunir en su puño de acero el máximo poder del boxeo del mundo. Pero algo escapó de su control. Y en pleno Manhattan, tres jurados, el italiano Guido Cavalieri y las estadounidenses Melvina Latham y Julie Lederman, se animaron, contra todos los vaticinios, a darle ganada la pelea por 1, 2 y 3 puntos a aquel que para casi toda la cátedra no podía ganar. Algo bueno debe estar sucediendo en el boxeo mundial para que las cosas hayan sido así.

Por eso hay que celebrar sin reservas este nuevo título del mundo que llegó de sorpresa en las primeras horas de la madrugada del domingo. Porque se consiguió de visitante, en la cara del mismísimo Don King, y con todo en contra (la organización y las autoridades). Y porque, además, en lo estrictamente deportivo, vale más que ningún otro. A diferencia de Narváez y Barrios, que reinan en sólo una de las cuatro versiones más importantes (la de la Organización Mundial), Baldomir es campeón unificado y manda en dos de las tres entidades más reconocidas. Y como si todo esto fuera insuficiente, es el primer argentino que gana un título en el Madison y el cuarto después de Sergio Palma (1980), Pedro Décima (1991) y Jorge Rodrigo Barrios (2005) que se consagra campeón en los Estados Unidos.

Además, con Baldomir ganaron los modestos y con Judah perdieron los presuntuosos. El zurdo estadounidense ninguneó desde el vamos al argentino. Se dio el lujo de firmar de antemano una defensa de su título con Floyd Mayweather para el 8 de abril en Las Vegas. En las declaraciones previas, primero dijo que Baldomir le duraría sólo 30 segundos, y después le extendió el plazo a tres rounds. Y ya en el ring, en el saludo previo, en lugar de entrechocar los guantes, sorprendió a Baldomir aplicándole un derechazo de mala leche, a modo de paralítica, en el muslo izquierdo, ante la pasividad del árbitro Arthur Mercante Jr, que hizo como que no vio nada. Otro boxeador de sangre más ardiente hubiera desatado allí mismo una batalla campal. Baldomir no. Se mordió la bronca y los insultos y, con la campana inicial, se puso a pelear. Quería ser campeón del mundo a la edad en que la mayoría merodea el ocaso. Y nada debía desviarlo de su obsesión.

Judah (66,570 kg después de un segundo pesaje) amasó ventajas claras en las tres primeras vueltas. Hizo diferencias a partir de su mayor velocidad de piernas y brazos y de un repertorio de golpes más rico, en el que brillaba su derecha lanzada en jab, en directo y en uppercut. Baldomir (66,340 kg) tenía muchos problemas para achicar distancias. Y el principal era su lentitud. Cuando quería avanzar de la media a la corta, Judah lo mantenía a raya con manos rectas y ascendentes. Baldomir apostaba todo a poder colocar su derecha voleada. Sabía que ése y no otro era el camino más corto rumbo a la victoria.Y así fue. En el cuarto round, ese golpe empezó a entrar y Judah comenzó a perder prestancia y efectividad. Y en el séptimo, dos mazazos de derecha le agrietaron las piernas al vanidoso ex campeón que, flameando, tuvo que amarrar a como diera lugar para no sufrir la vergüenza de un nocaut en su propia casa y ante su gente. Su padre, Joel, lo recibió a los gritos en el rincón. Y dos veces subió el médico a revisarlo. Si Baldomir tuviese la mano pesada, la pelea hubiera acabado allí mismo. Pero como de sus 42 triunfos, apenas 12 se produjeron antes del límite, debió seguir remando. Con menos energías. Pero con la misma fe que lo empecinaba. Y con dos cortes sangrantes, uno en la nariz y otro debajo de la ceja derecha, que su rival le había provocado con sendos cabezazos malintencionados.

Al término de la pelea, pocos pensaban que la victoria podía escapársele a Judah. Uno de los diez mandamientos no escritos del boxeo dice que, a pelea pareja, siempre hay una ventaja para el campeón. Y hasta el gesto de Baldomir parecía resignado a que la regla volviera a cumplirse con la fuerza de lo inexorable. “Derrota digna”, pensó para sus adentros. Cuando la voz de Jimmy Lennon le anunció que había ganado, primero no lo pudo creer. Cuando salió de su asombro, se entregó a un frenesí de abrazos con sus entrenadores Amílcar Brusa (a los 82 años, otra vez en lo más alto del boxeo mundial) y José Lemos, su preparador físico Rubén Artuccio, y su manager, el millonario mexicano Javier Zapata. Y se bajó rápido del cuadrilátero para hablarles por teléfono a Santa Fe a su esposa Graciela y a sus cuatro hijos a los que hace más de cinco meses que no ve porque se pasó todo este tiempo entrenándose en Los Angeles. No era momento de ponerse a pensar en los dólares y en los adversarios que vendrán. Era momento de celebrar sin hacer demasiado ruido. Humildemente. Carlos Baldomir, el nuevo campeón del mundo del boxeo argentino, no sabe hacer las cosas de otro modo.

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