DOS BARRAS BRAVAS EN LA BOMBONERA
› Por Facundo Martínez
Boca vive un clima enrarecido. Al nerviosismo lógico de la lucha política interna se le sumó una tensión adicional, la provocada por la reaparición del ex jefe de la barra brava del club Rafael Di Zeo, quien pretende recuperar el terreno perdido tras su paso por la cárcel y dirimir jerarquías como en la época del liderazgo de José “El Abuelo” Barrita, en un combate de bandas en la Plaza Matheu. Por eso la jornada de ayer no fue una más. Más allá del resultado positivo que acerca cada vez más al equipo de Julio Falcioni al título, el encuentro frente a Rafaela quedará en la memoria como el partido en que Boca tuvo dos barras bravas diferenciadas: una, la liderada por Mauro Martín, en la segunda bandeja del arco que da a Casa Amarilla, y la otra, la que logró juntar Di Zeo, que se instaló en la segunda bandeja del arco que da al Riachuelo. Entre unos y otros, el hincha común, el socio, las cámaras de televisión, y un operativo policial que involucró a unos 850 efectivos.
La barra de Di Zeo, quien en la previa había avisado que sus integrantes llegarían a la Bombonera “con entradas y carnets”, llegó una hora antes del inicio del partido, en una caravana que contó con varios micros y algunas combis y que ingresó al estadio con banderas y bombos, aunque su entrada antes que triunfal fue más bien violenta, con empujones y rotura de molinetes incluidos.
Ahora bien, esta división de territorio, acordada de alguna manera con la venia de los responsables de seguridad del club y la dirigencia, no resuelve la amenaza latente de un conflicto mayor. Al menos el desafío está planteado y desenlace sólo parece ser cuestión de tiempo. Ayer el enfrentamiento fue más bien verbal, cantito va y cantito viene, pero Di Zeo se muestra dispuesto a jugar fuerte para recuperar su liderazgo.
De ahí que es muy probable que el próximo partido que Boca tiene que jugar como visitante, ante Vélez en Liniers, pueda jugarse sin público por imposición del Comité de Seguridad, que pretende evitar que los violentos se encuentren en un mismo espacio y lo conviertan en un campo de batalla. La medida acaso sea una estrategia de las autoridades para desacelerar y enfriar a los bandos en cuestión, pero seguramente no alcance para frenar la contienda en ciernes.
El socio común y el hincha de Boca deberán ir a la cancha con cuidado y redoblar su atención. Muchos vieron por estos días propuestas y propaganda política de los dirigentes del club que pelearán por la presidencia en noviembre. Eso sí, de la barra no habla ninguno. El tema incomoda y, por lo visto, aún no tiene solución, ni en Boca ni en ningún otro club, en algunos de los cuales los dirigentes también son víctimas de los violentos. Ayer, en rueda de prensa, el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, fue a la cancha para hacer campaña por su delfín Daniel Angelici, quien se enfrentará con la alianza formada por Amor Ameal, Roberto Digón y José Beraldi. En un acto proselitista, el jefe comunal habló del crecimiento pasado del club y de la necesidad de unir “a todo el pueblo boquense” y prometió que “cuando gobierne Daniel (Angelici) no habrá más internas. Y esto incluye a dirigentes, hinchas y jugadores”. Lo que no dijo ayer Macri es que durante sus doce años de gestión boquense, la barra brava creció al ritmo de los éxitos deportivos, con Di Zeo como jefe absoluto desde 1996 hasta 2007, cuando le soltaron la mano.
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