Lunes, 3 de febrero de 2014 | Hoy
OPINIóN
Por Diego Bonadeo
Que se sepa –aunque, por cierto, no es seguro–, ni la dirigencia de Boca, ni su cuerpo técnico, ni los jugadores, ni los socios decentes tuvieron relación con el asesinato del barrabrava de River Gonzalo Acro. Tampoco, que se sepa –aunque, por cierto, tampoco en este caso es seguro–, ni la dirigencia de River, ni su cuerpo técnico, ni los jugadores, ni los socios decentes tuvieron relación con los episodios sangrientos en las inmediaciones de la cancha de San Lorenzo con los barras de Boca.
Por estas razones y tantas otras no se entiende el mensaje que llega de parte de los presidentes de River y de Boca, compartiendo cual compinches las incidencias de los partidos de pretemporada entre los equipos de los clubes que presiden. Pese a que, por ejemplo, el comentarista Niembro, alguna vez entrevistador permisivo de barras bravas, pretenda que la imagen de Donofrio y Angelici conlleve una señal de paz. De todas maneras, en este fútbol integral y culturalmente degradado, nada es seguro.
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