Lunes, 4 de mayo de 2015 | Hoy
BOXEO MAYWEATHER SE QUEDó CON LOS TRES TíTULOS EN JUEGO FRENTE A PACQUIAO
Los tres jurados lo vieron ganador al estadounidense por una diferencia mayor a la que arrojaron las tarjetas del especialista de Líbero. El orden, la justeza y la falta de riesgos, las claves para la victoria en una pelea cerrada y pareja.
Por Daniel Guiñazú
Si en lugar de Floyd Mayweather, otro hubiera sido su rival, seguramente Manny Pacquiao hubiera ganado sin reparos la mega pelea de la medianoche del domingo en el MGM Hotel de Las Vegas. Pero enfrente estaba el dueño del circo: el que tenía la sartén por el mango y el mango también. Mayweather fue uno de los promotores de la velada (la Top Rank fue el otro), la figura central de la promoción, el que cobró la bolsa mayor de la historia (180 millones de dólares) y el que puso e impuso las condiciones para que todo sucediese. En ese contexto, era difícil que la decisión del combate escapara a su control. Y fue tal cual. En una pelea cerrada y pareja, el estadounidense salió triunfador. Pero nadie podría haber objetado nada si el fallo hubiera sido empate o si hubiera resultado Pacquiao el vencedor de la contienda.
Ganó Mayweather en fallo unánime (116/112 en las tarjetas de los jueces Burt Clemens y Glenn Feldman, 118/110 en los guarismos exagerados de Dave Moretti y 115/113 en la visión de Líbero). Retuvo los títulos welter de la Asociación y el Consejo y conquistó el de la Organización. Y la vieja polémica del boxeo quedó reabierta: ¿se puede triunfar con un libreto especulativo, peleando del centro del ring hacia atrás, haciendo apenas lo justo y necesario para sacar diferencias y asumiendo los menores riesgos posibles? ¿O sólo se debe recompensar al que fuerza la pelea y va para adelante, independientemente de su eficacia? La respuesta nunca está clara porque el veredicto de un combate depende de la interpretación subjetiva que los tres jueces hacen de lo que pasa sobre el cuadrilátero. Cada uno tiene su leal (o no tanto) manera de entender la acción. Y quien esto escribe, obvio, también tiene la suya.
Hubo rounds (los tres iniciales, el 5º, el 7º y los dos últimos) en los que Mayweather (66,200), aun en retroceso, gobernó estratégicamente la pelea, manejó la distancia con su izquierda en jab y aplicó los golpes más relevantes. Y hubo otros rounds (el 4º, el 6º y del 8º al 10º) en los que Mayweather se dedicó a la fuga o se quedó llamativamente replegado e inactivo contra las sogas y en los que el avance implacable pero desalineado de Pacquiao (65,700) le permitió conectar algunas buenas derechas voleadas y adjudicarse los parciales. La clave de todo estuvo en los seis minutos finales. Allí terminó de resolverse el destino de la pelea.
Porque en ese trance crucial, Mayweather retomó sus fuentes. Se plantó en el centro del ring que demasiado a menudo entregó e hizo lo que había hecho en los nueve minutos iniciales: establecerle a Pacquiao una barrera infranqueable con su izquierda extendida y su directo de derecha y no dejarlo pasar de la media la corta distancia. En el cierre, el filipino no pudo conectarlo. En el 4º asalto, primero con un recto de izquierda en contragolpe y luego con una derecha cruzada, Pacquiao lo arrojó a Mayweather contra las cuerdas e hizo su aparición en el combate.
Salvo en las tres primeras vueltas que fueron claras a favor del multicampeón estadounidense y las tres comprendidas entre la 8ª y la 10ª que decantaron a favor del multicampeón filipino, no hubo tramos prolongados de dominio de uno sobre el otro. Y eso reforzó la impresión de una pelea equilibrada, tensa, pero sin grandes picos emotivos. Por poco, fueron ganándose mutuamente los rounds hasta llegar a ese final apretado en el que Mayweather sacó la diferencia que necesitaba para sostener su invicto en 48 peleas pero no para ganarse el favor de la mayoría de los 16.000 espectadores presentes que pareció tomar partido claro por Pacquiao.
Después de que se calmaron los ánimos, hubo muchas novedades. Mayweather anunció en la conferencia de prensa posterior que hoy mismo habrá de renunciar a sus tres campeonatos del mundo y que en septiembre, luego de cumplir la última pelea de su contrato con la cadena televisiva Showtime, anunciará su retiro. “Es tiempo de irme. Tengo casi 40 años de edad, llevo 19 en el boxeo y 18 como campeón del mundo”, declaró Money.
Pacquiao, por su parte, sorprendió al acusar un desgarro en el hombro derecho que dijo que se le había producido el 11 de marzo durante su entrenamiento en Hollywood (Los Angeles). “Me dolió la derecha desde el tercer round, es difícil pelear con una sola mano pero igual creo que gané”, dijo el filipino, cuya continuidad en el boxeo, luego de esta derrota, la sexta de su extraordinaria carrera, ha quedado puesta en duda.
¿Habrá revancha en septiembre, sin títulos en juego y sólo por el honor? ¿O la pelea más lucrativa de todos los tiempos no tendrá su segundo capítulo? La tentación de regenerar el obsceno movimiento de dinero que provocó este primer duelo puede estar aleteando tanto en la mente de Mayweather Promotions y Bob Arum (los promotores) como en la de los poderosos jefazos de la televisión estadounidense y de los hoteles de Las Vegas. Pero habrá que ver si los dos boxeadores quieren hacer un nuevo intento.
Tal vez se llegue a la conclusión de que no hay nada más que ofrecer y el show llegue hasta aquí. O quizá se piense que hay margen como para poner la maquinaria de nuevo en marcha y volver a venderle al mundo otra topada entre los dos titanes del tercer milenio. Hay algo que habilita el operativo retorno: el fallo cerrado dejó abierta la polémica. Pero también quedó flotando una sensación luego de la pelea: Mayweather y Pacquiao se sienten más afuera que adentro del boxeo. Acaso ya no tengan ganas de compartir el último acto de sus vidas sobre el ring.
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