Lun 09.11.2015
libero

CUANDO LOS REGRESOS DE LOS íDOLOS TRAEN TíTULOS Y ALGO MáS

Una cuestión de ADN

Carlos Tevez en Boca, Diego Milito en Racing, Leandro Romagnoli en San Lorenzo son apenas algunas muestras de lo que se puede conseguir cuando se elige como padre del proyecto a quienes representan a carta cabal la identidad de cada club.

› Por Miguel Hein

Se les hicieron demasiado largos a los hinchas de Boca estos cuatro años sin títulos. Desde la dirigencia ensayaron todas las variantes, incluyendo la vuelta de Carlos Bianchi, al que está vez Dios no le atendió el celular. De lo que había en el mercado, Boca eligió lo mejor y lo sumó a sus filas. Todo en vano. Pero hace apenas tres meses –¿acuciado por la necesidad de Angelici de ganar las elecciones?– llegó Tevez y con Carlitos los planetas se alinearon y el domingo pasado se festejó en la Bombonera un nuevo campeonato. ¿Por qué ahora sí y antes no? ¿Será simplemente porque el Apache transforma en oro todo lo que toca?

Ensayemos una teoría, de futbolero –apasionado, sanguíneo, irracional tantas veces–, que explore otros caminos. Una que tenga que ver con la identidad, con el ADN.

Para empezar a entendernos, mire usted a los criadores de cuanto bicho anda por el campo. Ellos pagan fortunas para traspasar de un ejemplar a otro toda la carga genética. Tratan de que los herederos no pierdan ni una sola cualidad de los progenitores. Y lo que Boca no encontraba en estos cuatro años era un pura sangre xeneize. Ese que amalgamara en la cancha los esfuerzos de hinchas, dirigentes, de los pibes que subían a Primera, de las figuras que llegaban de otros lares, de los cuerpos técnicos. Porque lo que logró Carlitos fue que todos rindieran sus vanidades ante la suya, que no es otra que la vanidad de Boca, la única que al fin de cuentas es la que permanece cuando a cada uno le llega la hora del retiro. Fue una movida acertada la de Boca, tanto como la de Racing cuando apostó a la vuelta de Diego Milito, que trajo bajo el brazo otro campeonato, como aquel del 2001. Y no sólo una vuelta olímpica. De repente, con Milito en Racing, el club pareció entrar en otra dimensión. Se mantuvo a un técnico cuestionado, que cometió el imperdonable pecado de aceptar el mal de la derrota ante el clásico rival si ello venía como un adjunto a la obtención del título. También se convenció a jugadores de jerarquía de que Racing era una experiencia que valía la pena ser vivida, y otros tantos beneficios que no vale la pena listar porque esto no es un ticket de supermercado, con unidades, cantidades y precios. El objetivo, sencillo, es hacer ver que apostar a la preservación del ADN es un desafío que bien vale la pena cuando de fútbol se trata. Como lo pueden atestiguar en San Lorenzo, que necesitó volver a contar entre sus filas con el Pipi Romagnoli para que se le hiciera realidad el sueño de dejar de ser el único de los cinco grandes sin ganar la Copa Libertadores. Y no hay que dejar pasar el ejemplo emblemático de esta movida: el regreso de Juan Sebastián Verón. La Brujita conquistó de milagro un campeonato que Basile tenía ganado y Lavolpe desperdició a manos de Estudiantes. Con el título en el bolsillo, el Pincha no paró hasta repetir en la Copa Libertadores y sólo fue frenado en Japón por la magia de Messi, y del Barcelona.

Y ya que estamos en tierras españolas, vale echar un vistazo a la actualidad del equipo culé sin Lio. Sea sincero, ¿no parece otro equipo? Usted lo mira sin esperanzas, porque sabe sí que Suárez y Neymar son capaces de regalarle hermosos goles, pero también sabe que en la cancha falta el mago que le asegura que lo va a sorprender con ese truco inalcanzable para otros mortales de pantalón corto.

Pero volvamos a nuestras tierras. Ahora lo quiero llevar a la ciudad de Rosario y allí rescatar otras dos movidas que avalan esto del ADN. Mire si no a Newell’s, que coqueteaba con el descenso hasta que Martino encontró el sí de la Fiera Rodríguez y de Ignacio Scocco para pegar la vuelta y con otros construyeron un campeón que al título sumó el plus de jugar un fútbol que vaya si gustaba. Tal vez sin la corona que mereció, Central es otra muestra cabal de las bondades de preservar la identidad. En Arroyito apostaron a sentar en el banco a uno de los últimos campeones, aquellos que obtuvieron la Conmebol de la mano del Viejo Angel Tulio Zof. El Chacho Coudet rescató algo del recetario de aquellos entonces y les dio toda la manija posible a los dirigentes para embarcarse en la repatriación de un hijo dilecto de la casa: Marco Ruben. Y mire usted la actualidad de la Academia rosarina.

Qué sé yo, vio. En el fútbol hay tantas verdades como hinchas existen. Pero creo que sería bueno tratar de que cada club apueste a la identidad, abrigue a quienes son auténticos portadores del ADN y que ellos dispongan de cuantas herramientas pidan para que haya herederos y éstos se les parezcan lo más posible.

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