POR D.G.

Diego “Rocky” Giménez logró la victoria que necesitaba para mantener viva una carrera que parecía extinguirse. El díscolo cordobés derrotó por puntos en fallo unánime al santafesino Víctor Hugo Castro, lo dejó sin invicto y sorprendió a la cátedra que lo suponía perdedor. La pelea, realizada ante buena concurrencia en el estadio de la FAB, fue buena en lo técnico, pero careció de intensidad.
Los dos se respetaron demasiado y por eso les faltó fuego a las acciones. Giménez (63,700 kg) no fue el boxeador desbordante e hiperkinético que tanto ilusionó en su aparición hace dos años. Peleó con cautela, trató de no desbordarse y colocó algunos buenos ganchos al cuerpo. Sabía que una derrota lo quitaba de los primeros planos y por eso trató de construir sobre seguro, sin arriesgar más de lo debido. Venía de perder una pelea impensada ante Diego Alzugaray en Junín, y no quiso que una mano aislada de Castro (63,850 kg) le echara el futuro a perder.
Castro tampoco quiso correr peligro. Sabía del peso de la mano de Giménez y prefirió tirar poco, generalmente sobre blanco fijo y no desarmar su guardia alta y cerrada. En el 9º round, colocó una derecha voleada acompañada de una izquierda recta que conmovió a Giménez, pero eligió no apurar y lo terminó pagando caro: por escaso margen en las tarjetas de los jurados (1, 2 y 0,5 puntos) entregó su invicto en 13 peleas y dejó abierto el camino rumbo a una revancha que deberá suceder más temprano que tarde. Más de uno, en la penumbra de la madrugada, tenía ganador a Castro, quien demasiado tarde se acordó de lo que debía hacer para triunfar.