FúTBOL › OPINION
Actitudes y aptitudes
› Por Diego Bonadeo
Aunque parezca ocioso y temático, vale insistir en que las comparaciones no son odiosas sino simplemente comparaciones. A menos que venga con valores agregados, como podrían ser las malas leches. Como las que, de a ratos groseramente, de a ratos con torpe sutileza, deslizó en sus retruécanos por la tele y durante Argentina-Uruguay por Fox Sports, el ex relator alterno del régimen y empecinado abolicionista de los Orozco –“no los conozco, don Niembraaa...”–, mucho más por despecho hacia la gestión anterior de Marcelo Bielsa, y no por adhesión a la actual de José Pekerman.
Como era de suponerse, hubo una continuidad en la actitud del equipo respecto de los desempeños en la Copa América y en los Juegos Olímpicos, pero como los técnicos no juegan, pero deciden quién juega y quién no, las aptitudes de cada jugador marcan las diferencias.
Y si se opta por ser ancho aunque no todo lo profundo que aconseja el ser ancho, nos encontramos con discontinuidades. Ser ancho y tirar pelotazos, que como receta utilizaron demasiado tanto Heinze como Samuel y no tanto Coloccini, parecía argumento casi dejado de lado en la Selección Argentina.
Además, Lucho González no encontró en Cambiasso el socio ideal que había sido el extrañado Javier Mascherano, pero el combinado nacional fue algo muy parecido a lo que se esperaba –casi igual– cuando se encontraban Riquelme, Saviola y Sorin.
Aunque jugar sin wines parece un supino disparate.
Nota madre
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