En River hay un conflicto que, por el momento, es de baja intensidad. Se trata de quién tomará la posta de Gustavo Mascardi, el empresario que, en los almibarados años de títulos cosecha ‘90, hacía y deshacía a su antojo dentro del club. Pese a que el presidente Aguilar resistió los embates del representante Rodolfo Rodríguez en el conflicto por el contrato de Martín Cardetti, no podrá evitar la inveterada costumbre de su colaborador más estrecho, el inescrutable Mario Israel, de transitar por experiencias comerciales afines a la época en que la institución era controlada por Alfredo Davicce, hoy ya retirado y acogido a su jubilación de privilegio.
La primera aproximación al uruguayo Francisco “Paco” Casal, socio de Enzo Francescoli y Nelson Gutiérrez en emprendimientos al otro lado del Río de la Plata, resultó un fiasco. Trajo a Daniel Fonseca, quien se convirtió en una golondrina que sí hizo verano. Porque apenas jugó algunas copas devaluadas al comienzo de la temporada y un puñado de minutos en la Libertadores. La alianza estratégica que se avizoraba se empantanó cuando Ramón Díaz borró al delantero oriental, ayer borrado de la selección uruguaya que irá al Mundial.
Ahora se comenta que Néstor Sívori tiene cierto predicamento en las operaciones que intenta el club. Abogado e hijo del recordado Enrique Omar Sívori, ha sido socio en la representación de futbolistas de Juan José Alvarez, actual secretario de Seguridad. También se menciona la estrecha relación que tendrían el secretario general Israel y el empresario Marcelo Simonian, otro empresario que posee jugadores.
Sea como fuere, en River siempre existió un territorio fértil para hacer negocios que hoy, por obra de la devaluación, no ofrece la rentabilidad de los tiempos en que se enseñoreaba Mascardi. Entre julio de 1995 y febrero de 1997, el empresario intervino en diecinueve transferencias por 44.610.000 dólares o pesos. Ocho de ellas tuvieron que ver con River. Cualquier semejanza con la actualidad sería imposible.