FúTBOL
Corazón sabalero
Por Claudio Cherep *
En tiempos en que poca gente está dispuesta a arriesgar su vida por una causa, vale detenerse en una aventura de Pedro. Fue en el ‘99, cuando su equipo decidió apartar por un tiempo el mameluco y se puso chaqueta de gala para salir a seducir a una novia preciada que llaman Libertadores.
Pedro es un hincha de Colón de esos que si se le garantizara que una transfusión le deja la sangre roja y negra, no dudaría en intentarlo.
Por fumador, por hipertenso y por colonista, dos por tres Pedro tiene que visitar al cardiólogo.
Cuando el equipo del “profe” Córdoba se jugaba a suerte y verdad la chance de ser uno de los ocho mejores equipos del continente, el corazón lo llamó por teléfono para decirle que aflojara.
Desde luego que él no iba a viajar al país vecino porque había sido víctima del Rodrigazo, de Martínez de Hoz, de Grinspun, de Roig, de Rapanelli y de Cavallo, todos juntos; pero no iba a ser menos raza por eso.
Tenía pensado sufrir por la tele. Ateo incorregible, no iba a dar el brazo a torcer y no le iba a contar a nadie que ese día, cuando se levantara, le iba a gastar un rezo a San Pablo Burtovoy.
Siempre madrugó pero esta vez madrugó más, pensando en el partido. Contó los billetes escasos en la caja registradora de su kiosco y supo otra vez que no le iban a alcanzar para pagarles a los proveedores. No se sintió bien por los pocos pesos y las muchas pasiones.
Se había puesto colorado, con la presión alta como su orgullo de hincha. Tenía los dientes más amarillos que otras veces por el enésimo rubio encendido. Para completar el semáforo de su cuerpo lo acompañaba un tenso verde esperanza que él relacionaba con la visita de Colón al Estadio de los Defensores del Chaco, en Asunción del Paraguay.
Cuando las horas de la tarde se eternizaban, forzado por los familiares, se tomó la presión y le ordenaron internarse. Poco amigo de los médicos y a horas del partido, no quiso asentir; pero lo convencieron.
Justo el día más importante de la historia de su Colón él se vio de pronto mirando el cielo raso de unidad coronaria de un sanatorio en cuyo techo no se adivinaban jugadas y gambetas.
Maldijo su suerte. Pero no se resignó. Empezó una campaña de persuasión que abarcó desde la última enfermera hasta el más prestigioso de los cardiólogos. Allá, en Paraguay, el equipo se jugaba la vida. Acá, en un instituto de salud, él se jugaba la suya.
Sin embargo, los convenció para que lo dejaran escuchar el partido por radio. Por primera vez en la historia de la unidad coronaria a un fumador, hipertenso y colonista lo dejaron escuchar un partido de fútbol en la sala de internación. Quizá les dijo que se iba a morir si se tenía que enterar el resultado de una sola vez, o por los gritos de la calle. Quizá lloró. Lo cierto es que le creyeron.
Nadie garantizaba que no se muriera igual si el cuadro perdía, pero tampoco era cuestión de que Pedro no jugara la carta de escuchar la radio.
Y lo dejaron. Diez minutos antes sintonizó el 1020 con una radio portátil y se fue con su alma a Paraguay aun cuando su cuerpo estaba bien sujetado a la cama por los cables de un cateterismo en la sala reservada para los que sufren del corazón.
Para colmo hubo definición por penales.
Separados por un tabique, desde las otras camas los enfermos empezaban a preguntarle.
–¿Y Pedro, lo atajó? –le decían.
Cuando Marini y Saralegui la tiraron afuera algunos dijeron que Dios no era bueno y otros directamente que no existía. Después apareció San Pablo Burtovoy, el depositario de los rezos de la mañana, y varios internados,cuando se oyó el grito de victoria de Pedro, sintieron que ese día no estaba nada mal para morirse.
Pedro ya no fuma, desde aquella noche. No se sabe si por una promesa, ya que él sigue sosteniendo su ateísmo, o porque se asustó. Para su hipertensión le regalaron un aparatito para controlarse en su casa. Lo que no ha dejado es el hábito de ir cada domingo a la misa del fútbol. Y ahí sí: de local, ahora que es vitalicio, ni siquiera si baja el finado Favaloro podría convencerlo de que para su salud no es conveniente ir a la cancha.
* Periodista santafesino, nacido en 1971. El texto que se publica es parte del libro Gajos del oficio, relatos humorísticos y futboleros, recientemente editado.
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