Por P.V.

Si finalmente cuaja la idea de reproducir la tensión del enfrentamiento futbolero en una pista de carrera, el Top-Race habrá tenido cierto éxito allí donde otras empresas del primer mundo fracasaron.
La Premier Grand Prix, que pretendía ser competencia de la F-1, tuvo vuelo corto y la recesión que siguió a los atentados a las Torres Gemelas en septiembre de 2001 dio por tierra con el proyecto, que ya había anudado acuerdos con clubes como el Leeds inglés, el Benfica portugués o el Anderlecht belga.
A mediados de la década del ‘90, la escuadra Lister que competía en el campeonato europeo de Gran Turismo era sponsorizada por el Newcastle, que por esos años era el equipo a batir en la Premier League inglesa: sus coches Lister-Jaguar estaban pintados con los colores blanco y negro de la institución.
En el 2002, Ricardo Zonta ganó el campeonato de la World Series by Nissan corriendo un coche auspiciado por el Barcelona; pero pese a que la Juventus, el equipo más campeón de la historia del fútbol italiano, y la Ferrari, el equipo más campeón de la historia de la Fórmula 1, comparten el propietario, la familia Agnelli de Turín, jamás se vio que el blanquinegro de la Vecchia Signora sobre el rojo escarlata de los bólidos de Maranello.
Nada se comparará, en todo caso, a la fantástica victoria de Jackie Stewart y su Tyrrell en el Grand Prix de Mónaco de 1971. Carlos Marcelo Thiery, enviado de la revista El Gráfico a esa carrera, y que tenía un amplia relación con el escocés, juró siempre que había pegado una calcomanía de su club predilecto, Chacarita, en la carrocería del auto que Stewart condujo al triunfo.