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No anda mal del Coco
Por pablo vignone
Apenas consumada la eliminación de la Selección Argentina del Mundial de Estados Unidos en 1994 (y no antes), la prensa adicta le cayó como rayo al equipo que dirigía Alfio Basile y, especialmente, a su conductor, acusándolo (después, no antes) de no haber sabido encauzar a lo que se conoció (después, no antes) como la “banda engorrada”, atentos los jugadores a sus sponsors particulares, como si la eliminación hubiera tenido que ver con distracciones extrafutbolísticas.
Basile salió tan herido de aquel Mundial que algunas heridas se han cerrado recién hace muy poco. La insistencia de Diego Maradona en que se hiciera cargo del plantel de Boca en lugar de Julio Falcioni, el candidato de los dirigentes, operó en el entrenador del vozarrón como una suerte de bálsamo. No todos los puentes entre uno y otro se habían roto, pero la mayoría quedaron en estado intransitable tras aquel episodio.
Esa recomendación chocó con el espíritu de una gran masa de hinchas boquense, que se habían quedado con aquella imagen desmadrada y que entendía que Basile no era el técnico adecuado para el equipo. La mayoría no sabe, por ejemplo, que apenas asumido, el entrenador le solicitó al presidente Macri que suspendiera la gira por Corea y Holanda porque creía (y aún lo cree) que lo mejor para armar el equipo era quedarse en la Argentina y no viajar tanto. Se sabe cómo terminó la historia.
El rendimiento de los últimos partidos indica que Basile aún no encontró el equipo, aunque en el camino encuentra problemas, que él mismo –pese a la mala fama que lo precedió– no generó. El de la semana pasada, entre Maradona y Palermo, lo encontró al margen; éste, entre Delgado (un jugador que lo deslumbró cuando la cátedra estaba convencida de que iba a inclinarse por Palacio) y Macri, no lo deja bien parado, aunque no haya tenido, tampoco, nada que ver. Es que lo sacuden los conflictos que le quitan, como la gira misma, la atención al plantel de lo que debiera ser el objetivo principal: formar ese cuadro competitivo que Basile siente que puede armar.
Al menos le queda el consuelo de saber que los agoreros se equivocaron. Pero es poco consuelo, probablemente, frente a la gigantesca tarea que enfrenta ahora.
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