FúTBOL › OPINION
La fortuna de no devorarse entre sí
› Por Facundo Martínez
El superclásico dejó cuentas impagas. Apurando un poco, el 0-0 terminó siendo un buen resultado para ambos conjuntos. Aunque a Boca le sirvió un poco más el punto obtenido en el Monumental ante un rival apetente de una victoria que le devolviera parte de la ilusión perdida. Porque si bien un triunfo le habría significado un gran empujón de cara a sus objetivos, la unidad sumada frente a River, uno de esos puntos que pueden considerarse difíciles, le quitó presión de encima y, además, le permitió conservar la punta del Apertura, más allá de que Vélez, con su victoria en tiempo de descuento ante Arsenal, se le acercó a un punto.
Esta igualdad también le sumó a River. No porque fuera el resultado soñado, sino por la particular coyuntura que atraviesa el conjunto de Reinaldo Merlo, golpeado por la eliminación temprana de la Copa Sudamericana y herido gravemente por los magros resultados cosechados en el torneo local. En ese contexto, una derrota frente a Boca quizá hubiera desencadenado una crisis de gran envergadura.
River no podía perder este partido y Boca, al que una derrota apenas le hubiera producido algún daño moral sin compromiso, no quiso arriesgarse. El resultado de tantos recaudos, se sabe, no puede ser otro que un desabrido empate, que más temprano que tarde desaparecerá de la memoria futbolera del hincha.
Lo recordarán, en cambio, durante un tiempo más largo los dos entrenadores quienes, finiquitado el encuentro, coincidieron en la flojedad de la entrega, en lo paupérrimo que fue el espectáculo brindado. Quizá, como único alivio al dolor de ojos de Merlo y Basile, al dolor de lo que sus ojos vieron en la cancha, les quede la gratitud de los buenos amigos que, cualquiera sean las circunstancias, festejan con el espíritu el hecho de que la fortuna les haya permitido no terminar devorándose entre sí.
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