CONTRATAPA
› Por G.V.
Franz Beckenbauer y su documental pasaron por Buenos Aires durante un tour por los 31 países cuyas selecciones jugarán el Mundial junto a Alemania. El guión del video deslizó por ahí una incómoda evocación de otro Mundial, el de Argentina ’78. “Un campeonato lleno de alegría y colores”, según la lavada versión del Comité Organizador que lidera el Kaiser. “Queremos ser anfitriones buenos y cordiales, como lo fue la Argentina en 1978”, agregó durante la ceremonia en el hotel Alvear Palace el risueño vicepresidente del Comité, Wolfgang Niersbach.
Estas frases de cortesía para el auditorio donde se encontraban el secretario de Deportes, Claudio Morresi, ex campeones mundiales como Ubaldo Fillol y Carlos Bilardo, dirigentes, entrenadores y periodistas, se escucharon con la música del Bolero de Ravel de fondo, la melodía elegida para presentar cómo vive Alemania su segundo Mundial de la historia.
Sin embargo, así dichas, esas expresiones no se compadecen con el libro que le encargó la Federación Alemana de Fútbol, la DFB, al historiador Nils Havermann, sobre la cooperación de esa entidad con el nazismo entre los años 1933 y 1945. El fútbol bajo la cruz esvástica, tal el título del trabajo, es la versión autocrítica de aquellos años donde se excluía a los dirigentes judíos de los clubes para luego asesinarlos.
Aquí, con respecto a nuestro Mundial, ni siquiera se sabe hoy con exactitud cuánto dinero costó. Sí, en cambio, supimos y sabemos su significado. Que no estuvo lleno de alegría y colores, quedó claro. El título que le cabría lo lleva un libro que no mandaron a escribir ni la AFA ni el EAM ’78: La vergüenza de todos, del periodista Pablo Llonto, fue editado como el de Havermann, el año pasado. Y lo publicaron las Madres de Plaza de Mayo.
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