La Selección Argentina está comenzando a desandar su camino en el Mundial de Alemania, y ahora las expectativas van sufriendo distintos vaivenes. Todo lo contrario a lo que sucedió hace cuatro años en Japón y Corea, a este plantel no se lo señaló como un aspirante de peso. Precisamente, por aquella frustración en Oriente. Pero sucede algo curioso luego de la primera presentación ante Costa de Marfil debido que, a partir de un rendimiento desparejo, inmediatamente se ubicó a algunos futbolistas como los “culpables” de esa situación. En Alemania hay sólo cuatro jugadores (Ayala, Sorin, Crespo y Aimar) que vivieron el golpe del 2002, y el resto está haciendo su propia historia.

Por ello puede sorprender que se le carguen responsabilidades extremas a este nuevo grupo, que lo mejor que ha hecho en su etapa juvenil –la mayoría integró los planteles de menores– fue despojarse de cualquier presión para alcanzar objetivos. Inclusive, muchos de estos chicos hasta podrían encontrar su mejor punto futbolístico recién en el 2010. Si hasta el propio José Pekerman hace sólo dos años que asumió el cargo, más allá de conocer de cerca a estos futbolistas.

El temor por lo que pasó en el último Mundial está latente, y los nervios que se percibieron en el debut ante los africanos hasta pueden entenderse como lógicos. Este recorrido no será sencillo y si no se llega a lo más alto del podio, no hay justificación para hablar de un “fracaso”. En definitiva, Argentina no es el candidato máximo a ganar el Mundial, y está en el segundo lote de postulantes.

A pesar de varios inconvenientes en el juego colectivo, la entrega de los protagonistas fue permanente, y aquel “espíritu amateur” que tanto reclamaba Marcelo Bielsa sigue presente en el interior del seleccionado. Y ésa puede ser la llave que abra un destino exitoso para el equipo. Esta Argentina está tomando su propio impulso, y habrá que ser paciente para verla crecer. Lo fundamental será no equivocar los cuestionamientos si el triunfo transita por la vereda de enfrente.