FúTBOL › EL LOCO FRINGS, EL SERIO GATTUSO, EL INTELECTUAL THURAM, EL LINDO CRISTIANO
› Por Ariel Greco
desde Nuremberg
El 28 de febrero de 2001, nueve niños se acercaron a la puerta de su casa en Bremen y le propusieron: “¿Señor Frings, no quisiera jugar al fútbol con nosotros?”. Y Torsten Frings, el volante central que había debutado el día anterior con la camiseta de Alemania en la derrota 1-0 ante Francia, no lo dudó y jugó la siguiente hora y media con los chicos. “Quería seguir corriendo y la pasé muy bien”, confesó después. Los pibes tuvieron suerte, ya que lo encontraron de buen humor. Es que actitudes como ésa del mediocampista alemán son tan comunes como los días que llega a los entrenamientos y, sin ningún problema aparente, no cruza palabras ni con compañeros ni con simpatizantes que se acercan a saludarlo. Tal vez en ese momento recordó cuando jugaba en las calles de Alsdorf, un pueblo cerca de la triple frontera con Holanda y Bélgica. Es que a diferencia de la mayoría de los futbolistas alemanes, a este todo terreno que llegó a jugar tanto de marcador lateral derecho como de wing izquierdo, lo reclutó un club de su pueblo ya con edad de juvenil, con muy poco tiempo de desarrollo en inferiores. “El talento a secas no te lleva a ninguna parte. Zidane y Beckham también hacen horas extra para seguir superándose”, suele repetir para explicar su veloz crecimiento, que ya lo llevó a pasar por Werder Bremen, Bayern Munich y Boru-ssia Dortmund, tres de los grandes de Alemania. Ahora, busca lavar la frustración de la final perdida en Corea y Japón, una mancha según él: “Eso no fue nada. Sólo quedamos segundos”. Lo cierto es que Frings es un personaje llamativo para la cultura alemana, con un look bastante informal. Suele andar con la camiseta 21 de San Antonio Spurs, con el nombre de Tim Duncan, una gorra de béisbol, y sólo para jugar se saca la enorme cruz que lleva en el pecho. Además, tiene once tatuajes en el cuerpo, entre ellos un 22 en números romanos en el antebrazo derecho. “Se trata de mi número de la suerte. Nací un día 22 (de noviembre), también me casé un 22 y mi hija Lena también vino al mundo un 22”, asegura. Seguramente, Frings no tiene ni idea de lo que significa el 22 en la quiniela, pero aun así lo representa muy bien.
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Es el símbolo de la selección italiana. Por más que la mayoría de los aficionados lo cuestiona por sus escasas condiciones técnicas, los entrenadores –de diferentes países y maneras de ver el juego– lo valoran y lo consideran imprescindible. Por su capacidad de combate dentro del campo, miles de chicos italianos sueñan con parecérsele. Entonces, exagerados como pocos, los periodistas italianos se envalentonaron y le preguntaron, con toda naturalidad, si con Ronaldinho fuera de la competencia, él pasaba a ser uno de los personajes de la Copa del Mundo. Pero Gennaro Gattuso sabe más que nadie qué clase de jugador es: “¿Yo como Ronaldinho? Eso es un insulto al fútbol –respondió el volante del Milan, el Perro Rabioso–. Ni en los sueños puedo parecerme a Ronaldinho”, comentó el calabrés, que tal vez en lo único que se parezca a Ronaldinho es en su origen humilde. Ese mismo origen que llevó a enrostrarles a medios los alemanes, que hablaron de un “país parásito” sobre su Italia y que armaron un montaje con un plato de spaghettis y una pistola. “¿Cómo se puede decir esa palabra si mis padres trabajaron cuarenta años por un puñado de liras?”, señaló el mediocampista, que también recordó que tiene dos tíos que viven y trabajan en Alemania desde hace muchos años, “como tantos italianos meridionales (del Sur) que colaboraron con la grandeza de este país”. Pero Gattuso no es sólo un corredor. Es uno de los líderes de Italia, el que es capaz de amagarle a pegar una cachetada en broma al entrenador Lippi, el que anima a todos sus compañeros con palabras al oído, el que arenga a los tiffosi para que aumenten el aliento. También es el que armó una escuela de fútbol en su Cosenza natal y uno de los jugadores que revolucionó la legislación vigente en Italia, cuando decidió marcharse del Perugia al Glasgow Rangers sin tener en cuenta derechos de formación ni nada de ello. Ringhio (Gruñón) está enojado con los alemanes y prometió venganza. Pobre de ellos.
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“Confirmo que Thuram, Makelele y yo vamos a volver a la Selección.” Zinedine Zidane hizo el anuncio y jamás pensó que luego tendría que organizar una reunión con su amigo Lilian, el técnico Domenech y el presidente de la Federación Francesa para convencer a Thuram de que no le había faltado el respeto al hacer ese anuncio sin consultarlo. Es que Zizou recordó una vieja frase pronunciada el 17 de agosto de 1994, cuando ambos debutaron con la bleu ante Checoslovaquia. “Empezamos juntos y nos iremos juntos.” Así lo habían hecho tras la Eurocopa 2004, así será tras la culminación del Mundial. Pero lo que deja claro la anécdota es la personalidad del defensor nacido en Isla Guadalupe, un personaje peculiar capaz de dejar en ridículo al líder derechista Jean-Marie Le Pen, que afirmó la semana pasada que en la selección francesa había muchos jugadores negros. “Yo no soy negro –ironizó–. Lo grave es que con tantos años de político no haya aprendido un poco de la historia de Francia”, comentó Thuram. Incluso, el ministro del Interior francés, Nicolas Sarkozy, lo mandó a llamar para charlar sobre las revueltas estudiantiles de octubre del año pasado, luego de escucharlo reflexionar en una entrevista. No por nada, Thuram fomentó en Fontainebleau, el peligroso suburbio parisino donde creció, la creación de espacios alternativos para alejar a los chicos del lugar de la delincuencia y las drogas. Lector compulsivo y miembro del Alto Consejo de Integración, una entidad que lucha contra la discriminación, Thuram disfruta cada día con la edición de Libération, el diario fundado por Sartre, y con tratados de filosofía clásicos, que le valieron el mote de “el intelectual”, de parte de sus compañeros de la camada campeona de 1998. Claro que nada de ello distrae su foco del fútbol. Con 117 partidos internacionales, el defensor de Juventus es el jugador que más veces vistió la camiseta azul y vivió su mayor momento de gloria en las semifinales de 1998, cuando le anotó dos goles a Croacia. “Ese día me equivoqué. Lo malo es que Capello –su entrenador en Juventus– se lo creyó, y como nunca lo repetí, me echa en cara que en Francia hago cosas que en el club no hago.”
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Las chicas mueren por él. Hay miles de sitios en Internet donde circulan sus fotos y no sólo vestido como jugador: aparece con gafas oscuras, con el torso desnudo, con remeras ajustadas, con diferentes gorros, con el pelo con gel prolijamente descuidado. Hasta fue elegido como el “icono gay” del Mundial. Es que Cristiano Ronaldo es una de las nuevas luminarias que el marketing del fútbol apunta para convertir en un ídolo. Casualidad o no, el extremo portugués llegó al Manchester United tras la partida de David Beckham y heredó la histórica camiseta número 7 del Spice Boy. Y claro, detrás también llegó toda la movida publicitaria de un jugador que es capaz de levantar a toda una tribuna con sus movimientos espectaculares, no siempre productivos. Y puede continuar tras los pasos de Beckham: ayer anunció que si el candidato Villar Mir gana las elecciones en el Real Madrid, continuará su carrera en el club blanco. Admirador de Diego Maradona y apodado Kluivert en honor del delantero holandés, Cristiano maravilló a Sir Alex Ferguson en un amistoso de pretemporada que el Sporting de Lisboa, su equipo de entonces, derrotó 3-1 al poderoso Manchester United. En el avión de regreso a Inglaterra, algunos jugadores le sugirieron al entrenador algo que éste ya tenía decidido: contratar a ese juvenil que los había dejado en ridículo. Una semana después, los Red Devils anunciaban la contratación de su nueva estrellita, que fue elegido el jugador del año en su primera temporada en el club. En la selección portuguesa, su camino no ha sido tan sencillo. Por lo pronto, tuvo que conformarse con la casaca 17, porque la 7 la lleva un tal Figo. Además, algunos compañeros lo acusaron de individualista y de no preocuparse por el equipo. Sin embargo, finalmente se ganó un lugar y la confianza del técnico Luiz Felipe Scolari, aunque hasta ahora sólo se destacó por el decisivo penal que le convirtió a Inglaterra. “Cristiano ha recompensado mi confianza en él y ha crecido de veras como jugador. Posee muchísima calidad técnica, un buen cambio de ritmo y un disparo más que aceptable, entre otras cosas”, asegura el entrenador. Eso sí, no le pidan que cabecee...
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