No hubo pelea. Tres derechazos a fondo de la Tigresa Marcela Acuña (54,400 kg) terminaron con la retadora colombiana Paola Esther Herrera (54,650) en sólo 2 minutos y 12 segundos y volvieron a poner en entredicho el nivel de las boxeadores que últimamente la han enfrentado. Aunque a Herrera se la presentó con un record aparente de 12 victorias y 2 empates, en verdad la mayoría de esos combates fueron ante rivales debutantes y, en muchos casos, se duda de que efectivamente se hayan realizado.

La Tigresa ganó por nocaut técnico, retuvo por primera vez su corona supergallo de la Asociación Mundial y fue la única inocente de una historia que volvió a repetirse. Hizo lo que tenía que hacer y marcó la diferencia abrumadora de velocidad y potencia que hay entre una boxeadora experta y otra de historia incomprobable, que posiblemente esté dando sus primeros pasos y que aun así la mandaron a pelear por un título del mundo.

Fue una pena que la Tigresa no haya tenido una oposición más calificada, ahora que atraviesa su mejor momento mediático por su participación en el concurso de baile del programa de Marcelo Tinelli. Facundo Arana y Gerardo Sofovich estuvieron viéndola en el ring side y sólo pudieron ensayar un gesto piadoso de aprobación, mientras que Alejandra Oliveras, la campeona de la misma categoría en la versión del Consejo Mundial, se paseaba al borde del ring con una vestimenta provocativa tratando de llamar la atención. Oliveras, que el viernes conservó su corona al vencer por puntos en Rosario a la colombiana Anays Gutiérrez Carrillo, busca una pelea unificatoria ante Acuña. Pero lo que algunos definen como el superclásico del boxeo femenino argentino todavía está verde. Habrá que ver cuándo se hace, si es que alguna vez se hace.