FúTBOL › PROPUESTA PARA SALVAR AL FUTBOL
› Por Pablo Vignone
A quien corresponda, va destinada esta idea, propuesta o como se antoje llamarla, que no es otra cosa que el producto de experiencias y conocimientos acumulados a lo largo de 28 años y medio como periodista, miles de líneas redactadas, cientos de partidos e incidentes presenciados, decenas de muertes investigadas como cronista de época y apenas un libro de 186 páginas sobre el tema: Donde manda la patota, barrabravas, poder y política (Agora, 1998).
Antes que nada, dos aclaraciones. Estas líneas nacen desde el hastío y la indignación ante tanto palabrerío hueco e hipocresía. La segunda es que, como aquella frase atribuida a ese gran pensador que fue Antonio Gramsci, este tiempo induce a ser “un pesimista de la razón y un optimista de la voluntad”. Con la convicción de que este planteo es provisorio, perfectible y mal podría tener la pretensión de ser un paradigma, algo que debería quedar reservado a los intelectuales.
La crisis sin fin en que nos sumerge la violencia en el fútbol (qué puede importar si provocada por su exclusiva responsabilidad o por la teoría de que es un espejo de la sociedad) tiene hoy, y aquí, una posibilidad inmejorable para no correr detrás del hecho consumado. ¿O, acaso, hace falta un genocidio para comprender lo que significa una dictadura, el neoliberalismo, para entender cómo millones de personas pueden ser empujadas a morir por inanición o, más cerca en el tiempo, la catástrofe de Cromañón para comprobar que la corrupción mató a casi dos centenares de pibes?
Alguna vez debemos empezar por algo y no hace falta esperar a la próxima muerte en una cancha o en sus cercanías. Porque en las instalaciones de River no la hubo por azar. Qué tal si, ahora mismo, se suspende el fútbol por un mes –sí, apenas un mes–, se convoca a una paritaria bien amplia (que incluya a los hinchas y socios damnificados por esa minoría que son las barras bravas), los familiares de las víctimas de tanta violencia, los escasos dirigentes que tuvieron la valentía de denunciar a los grupos y sus líderes organizados y a especialistas sin compromisos con el poder político ni discurso chanta (sociólogos, comunicadores, abogados y otros que puedan generar un aporte).
Que ellos le den una construcción de sentido al asunto despojada de atavismos. Que hagan borrón y cuenta nueva, a ver si sale algo. Con una aclaración final: que el lucro cesante de los futbolistas, técnicos, árbitros, vendedores, controles y todos aquellos que viven del fútbol lo paguen entre la AFA, los dueños del negocio televisivo, las empresas a las que les importa el país (¿se acuerda?) y que el Gobierno facilite todo lo que haga falta.
Para alejar, aunque sea por un mes, la violencia de las canchas y generar un pensamiento crítico. Sin la presión de un nuevo crimen, ése que tarde o temprano nos sorprenderá para que se escuchen las voces de siempre.
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