Lunes, 9 de julio de 2007 | Hoy
FúTBOL
Por Juan Sasturain
desde la casa
Cuatro cosas hay en el fútbol que enamora, en el que se juega con la pelota y por abajo: gambeta, pausa, pared y cortada. Argentina tuvo mucho de eso ayer, y los cuatro lindos goles fueron resultado de ese tipo de jugadas. Durante el primer tiempo, hubo dos gestos alternados, no ensamblados: gambeta vertiginosa en Messi –dos apiladas de las que aplaudía Borocotó– y muchísimo toque pausado en Román y Cía. Pero escasa aceleración asociada, el famoso cambio de ritmo con más de uno en juego y en jugada. Sólo un par de veces, no más. Es decir: no hubo paredes casi ni desborde y centro, ni hubo tiempo y espacio para cortada alguna. Mucho dominio de pelota y el juego, casi sin atacar.
En el segundo y con Tévez sumado al circuito, la ecuación fue distinta. La gambeta de los que encaraban (que ahora eran dos) se derivó en descarga y devolución. Perfecto. Así fueron los goles. Pared del recién entrado con Román que termina en gol de zurda del Diez; cortada de Riquelme para el toque al gol con caño de la Pulga; pared y arranque de Tévez con Messi que termina en rebote y resolución de Mascherano llegando vacío; escapada de Tévez con esquive de guapo y centro para que Riquelme resuelva a colocar. En los cuatro goles, hubo un plus de distinción en la resolución final: cómo puso el pie cada uno que convirtió, con los ojos abiertos y eligiendo el lugar.
Se sabe que la gambeta tiene hoy en día entre los tacticistas muy mala prensa. Hay un lugar común semiestablecido en el fútbol mal llamado moderno que postula que la gambeta es –o debería ser– el “último recurso”. Es decir, que sólo se debe intentar superar a un rival eludiéndolo cuando no hay otra opción disponible. Es tontamente falso. La gambeta, puesta en buenos pies, no complica sino simplifica.
Se sabe que la pausa o retención de la pelota debido a la búsqueda de un destino cierto y preciso antes de arriesgar la posesión es vista hoy, en general, como un defecto. No se concibe que siendo los jugadores entrenados como atletas opten por caminar y moverse pausadamente en lugar de correr con sentido o sin él. Además, se privilegia el pase azaroso y dividido, el centro o el pelotazo a correr, porque pone la pelota lejos del arco propio. Ese concepto tan cacareado es alevosamente falso también.
Ambos gestos técnicos –arriesgar la pelota en la gambeta y no arriesgarla al retenerla en lugar de dividirla en pase incierto– parecen contradictorios. No lo son. Son las dos caras de un concepto del fútbol –el más bello– que cuando se conjugan en la pared y la cortada dan frutos tan bellos cono los goles de ayer.
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