FúTBOL › EL RENDIMIENTO DE LA SELECCION EN LA COPA
La desilusión que provocó la derrota ante Brasil desdibujó un torneo que pintaba para ser inolvidable. Rendimientos individuales por debajo de su nivel, un funcionamiento colectivo que se fue resquebrajando con el correr de los minutos y hasta una pizca de mala suerte en los momentos clave del juego se conjugaron para que la imagen final del equipo de Basile fuese muy distinta a la que había exhibido a lo largo de toda la Copa América.
Está claro que el 0-3 ante los brasileños tiene suficiente peso específico como para calificar por sí solo a la Selección. Pero no menos cierto es que el conjunto argentino cumplió un torneo de altísimo nivel hasta la final, con actuaciones convincentes que despertaron un fanatismo por este equipo que hacía mucho que no se conseguía. Es por eso que a la hora del balance no se puede pasar por alto ninguno de los dos aspectos.
Al momento de buscar cuestiones positivas, sin dudas que la labor de Javier Mascherano está entre una de ellas, más allá de una final deslucida. Si bien ante Brasil pagó pelear en soledad y estuvo más impreciso que lo habitual, dejó en evidencia que está recuperado luego de sus tumbos tras la salida de Corinthians, el paso negro por West Ham y los primeros meses en Liverpool. Fue el jugador más regular del equipo y clave para el esquema que propuso el entrenador.
La recuperación de Riquelme para la Selección es otra de las grandes noticias que deja esta Copa América. Determinante en el armado y con mucho más peso en los últimos metros, terminó como goleador argentino, con cinco goles en cinco partidos. Y siempre quedará la sensación de que la historia pudo haber sido otra si en el arranque su zurdazo no pegaba en el poste derecho de Doni. La escasa incidencia que tuvo a lo largo del partido de ayer, muy marcado y fastidiado, no debe tapar que concretó un gran torneo.
Para Lionel Messi, el torneo de Venezuela quedará como el de su despegue con la Selección mayor. Hasta aquí, siempre se lo había considerado imprescindible y determinante por sus actuaciones en Barcelona, en el Sub-20 o por todo lo que insinúa con sus arranques electrizantes. Pero recién ahora, por distintos motivos, lo pudo refrendar entre los grandes. En la final no pesó y abusó de la búsqueda de su gambeta, algo que no se le debería reprochar si luego, cuando hace goles maradonianos, se lo elogia.
Paradójico resulta lo de Roberto Ayala. Referente e insustituible, al capitán otra vez lo tocan de cerca las imágenes de la derrota, por más que, como casi siempre, fue uno de los mejores. Como ante Holanda en el Mundial ’98, cuando no pudo cerrar a Bergkamp. O como en 2006 con el penal fallado ante Alemania, el zaguero no estuvo afortunado en dejarlo maniobrar a Julio Baptista en el primer tanto, y en el cierre en el gol en contra para el 0-2.
Entre las cosas a revisar vuelve a estar el arco, puesto en donde Roberto Abbondanzieri no termina de despejar dudas. Por edad y rendimiento, lo suyo suena a ciclo cumplido, sobre todo por las buenas variantes que vienen detrás. El resto, en mayor o menor medida, terminó cumpliendo, pese a los altibajos de la final. Aunque la forma en la que quedó expuesto el equipo en la segunda etapa, con un desorden que podía presagiar una goleada aun peor, tampoco puede quedar en una simple anécdota. Con las individualidades en un nivel bajo, el equipo no mostró una estructura como para salvar el naufragio. Pero lo cierto es que en el balance pesan más los aspectos positivos, más allá de profunda tristeza de la final.
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