Lunes, 27 de agosto de 2007 | Hoy
FúTBOL
Por Juan José Panno
Uno. La aparición de Leandro Gracián.
Cuando entró, a los 20 minutos del segundo tiempo, Boca ya mostraba otra cara mucho más saludable que la del primer tiempo, pero hizo bastante para sostener esa buena imagen. Metió un par de pases exactos y resolvió siempre con mucho criterio, Como clásico enganche se movió por todo lo ancho en los tres cuartos de cancha. Ayer, por lo menos no dio la sensación de sentir ningún peso por vestir esa camiseta. Físicamente parece entero y todo indica que Russo lo va a poner como titular en el partido de pasado mañana ante Independiente. Una duda: de qué va a jugar si vuelve Riquelme. Una duda mayor: ¿hay alguna posibilidad de que vuelva Riquelme?
DOS. Los goles de Ledesma.
Cuatro en cuatro partidos. Es el autor del 80 por ciento de los goles del equipo (el otro 20 lo tiene Palacio, con su conquista de ayer). Hizo un gol de cabeza, uno con un derechazo cruzado y dos de penal. En el segundo disparo de los 12 pasos, el de ayer, no le dio muy bien y casi ataja Cejas. No se cree goleador, pero suele pegarle de media distancia con exagerada audacia.
TRES. Las críticas a Dátolo.
Jugó como carrilero sobre la izquierda, aunque la vorágine del juego y su incontenible entusiasmo lo lleva a aparecer por todos lados. Nunca pudo hacer pesar su embarullada habilidad. Tuvo dos buenas oportunidades para rematar al arco, una desde la izquierda (masita de tres dedos) y otra desde la derecha (masita de zurda). Sus últimas intervenciones fueron subrayadas por murmullos del público que lo despidió con tímidos silbidos. No lo quieren mucho y de a poquito se lo van haciendo notar.
CUATRO. La vuelta de Palacio.
Está muy lejos de aquel jugador que deslumbraba con una extraordinaria velocidad que le permitía pasar como postes a sorprendidos defensores. Tiraba la pelota hacia adelante por un lado y llegaba con facilidad por el otro. Ya parecen haberle tomado el tiempo. Ayer, anduvo mejor que en los últimos partidos. Al menos metió un tiro en el travesaño, en una de las pocas llegadas de su equipo en los 45 minutos iniciales, probó un par de veces con buena dirección y resolvió muy bien en el gol al conectar un pase de Palermo. El 9, en cambio, mantiene su sequía. Lo mejor de lo suyo fue ayer el pase a Palacio en el primer gol.
CINCO. La importancia de Ibarra.
En los momentos en que el equipo era pura confusión (gran parte del primer tiempo), fue el único que puso un poco de claridad. Ofensivamente aportó un buen remate de chanfle en el travesaño y un cabezazo tras un centro de Ledesma. Su excelente estado físico le permite superar en el mano a mano a defensores diez años más jóvenes y recuperarse en defensa cuando el equipo queda mal parado.
SEIS. Las ayuditas de Lunati.
Quedó la sensación de que Boca ganó con ayudín porque el arbitro Pablo Lunati le expulsó dos jugadores a Gimnasia y cobró un penal sobre la hora. Pareció exagerada la roja directa a Civelli, lo echó bien a Escobar y estaba un poco tapado en el penal. Es cierto que hubo contacto entre Boselli y Cejas, pero ni el más fanático de Boca puede negar que Boselli se venía cayendo (o tal vez tirando) antes de quedar enganchado en las manos del arquero de Gimnasia. La presión de una hinchada que se sintió perjudicada por varios fallos (fallas, en realidad) anteriores debe haber influido.
SIETE. Los siete puntos propiamente dichos.
Dos ganados, uno empatado, uno perdido. Siete puntos marcan una cosecha magra si se considera el nivel de los rivales con los que se enfrentó hasta ahora (Central, Argentinos, San Martín de San Juan y Gimnasia). Cuando perdió jugó bastante mal; cuando empató no encontró variantes de ataque y cuando ganó le costó demasiado. Los siete puntos en la tabla contrastan con su rendimiento general como equipo, que hasta aquí no pasa de los cinco puntos en una escala de 1 a 10.
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