Lunes, 1 de octubre de 2007 | Hoy
FúTBOL › ¿Y SI LO PONEN A FREUD DE TECNICO?
Por Juan José Panno
Hay de todo en el gallinero del señor.
Conviven los hinchas que el jueves pasado se fueron de la cancha cuando Botafogo hizo el segundo gol con aquellos otros que se quedaron para pedir “que se vayan todos” y al final terminaron llorando de emoción con el 4-2. La manera de Flora: si pierden, gritan; si ganan, lloran. Como la mayoría de los hinchas de todos los cuadros, en realidad.
Ocurre que en el caso de River todo está más expuesto, más a la vista en estos tiempos en los que ocupan los primeros planos demoníacos Passarellas, abominables Lussenhoffs, geniales Falcaos, bienaventurados Buonanottes, horribles defensores e insaciables delanteros.
No es sencilla la vida para que los que dicen (mienten) que mejor es perder para que se vaya Passarella; ni para que los que van modificando la opinión sobre el entrenador al compás de los resultados; ni para los que ayer se rompieron la garganta para celebrar el empate sobre la hora y luego tomaron conciencia de que el rival estaba último en la tabla; ni para los que pretenden que el equipo vaya siempre el frente, y no se descuide nunca en defensa.
Tampoco es sencillo para los menos exaltados, los más reflexivos. Pero al menos éstos disfrutan de los buenos momentos que es capaz de producir el equipo y valoran en toda su dimensión la brillante entrada en escena del pibe Diego Buonanotte, autor de un golazo y de varias pisadas de esas que emocionan. Esos, los más pensantes, los menos fanáticos, no esconden que Lunati dio una mano importante para llegar al empate; que el equipo no termina de ensamblarse; que Passarella no logra darle solidez a la defensa; pero no desconocen que, más allá de circunstanciales resultados, River sigue dando ejemplos loables de vocación ofensiva, mientras exhibe recursos ofensivos más variados que cualquiera en este campeonato.
Los calentones se apuran siempre para elogiar o cuestionar, pero se ve que algo aprendieron luego de la hazaña de los jugadores que los dejó desairados: no hay que putear antes de tiempo. Ayer, cuando Central metió el segundo gol, en las tribunas populares sólo se escucharon voces de aliento. Estaba demasiado fresco lo de Botafogo y estaba demasiado claro que River no merecía ir perdiendo, y mucho menos por esa diferencia. El aliento se multiplicó después del gran gol de Buonanotte y ni siquiera hubo reproches cuando Central se puso 3 a 2 y parecía que se iba a quedar con los tres puntos. Espontáneamente, como una mezcla de orden y súplica empezaron a cantar pensando en la próxima fecha, en el superclásico: “Que el domingo, cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar”.
Calentones, reflexivos y veletas coinciden en el sentimiento antibostero. Y en eso no hay nada que discutir.
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