La consagración de Lanús como campeón del Apertura vuelve a demostrar la excepcional competitividad que el esquema de dos campeonatos cortos le ha dado al fútbol argentino desde su instauración en 1991. En los últimos diez años, nueve equipos han ganado títulos: River y Boca (6), San Lorenzo y Vélez (2), Racing, Estudiantes, Newell’s y Lanús (1). Un dato que refuerza la impresión de que por estas tierras cualquiera le gana a cualquiera y cualquiera puede salir campeón.

En Europa no se consigue semejante paridad de fuerzas. En España, tomando en consideración las temporadas 1997/98 a 2006/07, los títulos se repartieron sólo entre cuatro equipos: Barcelona (4), Real Madrid (3), Valencia (2) y La Coruña (1). Lo mismo sucedió en Italia: en el mismo lapso salieron campeones Juventus (4 veces), Milan e Inter (2), Lazio y Roma (1). La concentración es aún en mayor en Inglaterra, donde la Premier League fue asunto de tres: Manchester United (5 campeonatos), Arsenal (3) y Chelsea (2). En Alemania, la Bundesliga parece patrimonio del Bayern Munich que la obtuvo en siete oportunidades, pero también Kaiserslautern, Borussia Dortmund, Werder Bremen y Stuttgart pudieron anotar su nombre en la lista de los ganadores. Y en Francia, el Lyon ganó los últimos 6 títulos de Le Championnat, contra uno sólo de Mónaco, Lens, Bordeaux y Nantes.

El torneo de todos contra todos, en un año y a dos ruedas, tiende a favorecer a los clubes más ricos y poderosos, que están en condiciones de armar planteles largos, capaces de soportar un esfuerzo de 38 o 40 fechas. En cambio, el torneo corto –de sólo 19– reconoce las circunstancias, los momentos, los enviones ganadores. En un torneo largo, un buen arranque o una buena racha de triunfos consecutivos o de partidos sin perder, pueden acomodar bien a un equipo en la tabla. Pero a menudo no alcanzan para conseguir un título. En un torneo corto pueden llegar a ser la esencia de una coronación. Los torneos largos van de la mano con la lógica del fútbol. Los torneos cortos, como sucede en la Argentina, abren paso a lo sorprendente, a lo inesperado e imprevisible. Y eso forma parte de este deporte, como juego que también es.

Resultaría insólito en España que equipos como Almería, Murcia, Recreativo de Huelva o Levante ambicionen un título. En Italia sucede lo mismo, por ejemplo, con Catania, Empoli, Livorno o Siena. Están para completar la nómina, para luchar por la permanencia. Aspiran, a lo sumo, a ganarles o empatarles alguna vez a los más poderosos y a clasificarse, con muy buena suerte, a la Copa de la UEFA. Un quinto puesto alcanza ribetes históricos. En el fútbol de los argentinos, en cambio, dos clubes chicos, Lanús y Tigre, éste casi con los mismos jugadores que hace cinco meses ascendieron a Primera, se atrevieron a poner patas para arriba el negocio, y acaban de luchar, hasta el final, por un campeonato que ha ido a parar, con estricta justicia, a manos granates. Un milagro que reconoce tres puntos de apoyo: torneos breves, grandes que no lo son tanto, y chicos que no se resignan a serlo.