A principios de 2006, en el ambiente del tenis argentino se hablaba de un futuro top ten. Con 17 años, un físico muy parecido al brasileño Gustavo Kuerten, el rótulo de la “gran promesa” del tenis nacional y el sueño de ganar el US Open en lugar de Roland Garros, el tandilense Juan Martín Del Potro se presentaba ante el gran público del Buenos Aires Lawn Tennis con un partidazo ante el español Juan Carlos Ferrero, ex número uno del mundo. “Pensé demasiado en que le podía ganar a Ferrero, a quien hace un año lo veía por la tele. Me faltó experiencia para cerrarlo”, dijo en aquel momento tras la derrota ajustadísima en tres sets en la primera ronda del ATP de Buenos Aires.

Fue la carta de presentación de este fanático de Boca, hijo de Daniel, veterinario, y Patricia, maestra de escuela. Había arrancado la temporada anterior en el puesto 1047º y la cerró 157º, con la particularidad de haber mejorado su posición en todos los meses. Luego, casi un año más tarde, fue protagonista de un memorable debut en la Copa Davis, gracias a que su triunfo en cinco sets sobre Jürgen Melzer en Austria significó el punto decisivo de Argentina para llegar a los cuartos de final. Ese año, en noviembre, llegó a ser 44º en el ranking, su mejor posición histórica y lugar al que va a arañar ahora tras su triunfo en Stuttgart, en su primera final de un certamen de ATP.

Sin embargo, la verdadera evolución de Del Potro es difícil conocerla. Ese mismo físico alto y desgarbado que le permite jugar casi parado y sacar con asombrosa facilidad para distintos ángulos, también lo convierte en una pieza frágil, propenso a las lesiones. Una dolencia crónica en la espalda lo borró de muchos torneos y le quitó continuidad. La semifinal que alcanzó en el césped de Hertogenbosch en la previa de Wimbledon fue un buen augurio. Pero en el césped inglés, el suizo Stanislas Wawrinka y la dolorosa molestia en la espalda se le cruzaron en el camino. Esta semana, todo aquello pareció desaparecer, para darle lugar a su tenis. Es una gran noticia, teniendo en cuenta que se acerca la temporada de cemento, su superficie preferida, y el US Open, el Grand Slam que sueña ganar.