Lun 27.10.2008
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FúTBOL › OPINIóN

San Lorenzo reparte de nuevo las cartas

› Por Daniel Guiñazú

¿Este es San Lorenzo? ¿Así juega el puntero del Apertura? ¿Es, como dicen algunos, un equipo sobrevalorado que llegó adonde llegó más por defectos ajenos que por méritos propios? ¿O se trató, simplemente, de una tarde en la que no le salió nada de lo que intentó? Sea cual fuere la respuesta, llamó la atención lo poco que resultó el equipo de Miguel Angel Russo ayer en Avellaneda. Más si se lo compara con la actuación arrasadora que le cupo a Racing, sobre todo en el primer tiempo.

San Lorenzo había llegado hasta aquí sustentado en su solidez colectiva, su buen manejo de la pelota y la estabilidad de varios rendimientos individuales. El toque limpio de Ledesma desde el medio, el despliegue de Rivero y de Barrientos por los costados, la potencia de Bergessio y los goles de Silvera, sumados a la seguridad de Aguirre y la pegada de Adrián González le dieron forma a un equipo que el ambiente futbolero pronto miró con respeto. Por los seis triunfos consecutivos que había enhebrado antes de ayer y por un nivel de juego que se asomaba bastante por encima de la mediocridad imperante.

Tan sobrado parecía San Lorenzo que pronto empezaron los cálculos sobre con cuánta anticipación daría la vuelta olímpica. Con River y Estudiantes fuera de carrera más temprano que tarde, y con Boca enredado en su propia interna, daba la impresión de que el Apertura terminaría siendo un galope largo para los azulgranas. En un momento, más que de sus rivales, la mayor amenaza pareció provenir de la AFA con la posible nominación de Russo como técnico de la Selección. Hasta que Racing le puso la mano en el pecho. Y aquellas certezas se transformaron en una sensación de signo contrario. Tigre está a dos puntos, Boca a cinco, y el domingo hay que ir a la Bombonera.

Es cierto que no había podido lucir en su victoria ajustada ante Vélez en Liniers. Y que San Martín de Tucumán le había manejado la pelota durante largo rato del partido de la semana pasada. Pero las chances de San Lorenzo estaban intactas cuando la pelota empezó a rodar sobre el verde césped de la cancha. Las dudas explotaron luego. Con la presión intensa que Racing metió en cada rincón del campo de juego. Con cada arranque y cada gambeta de Maxi Moralez. Y, antes que nada, con la endeble respuesta que el equipo y los jugadores dieron ante cada uno de los obstáculos que le fueron poniendo sin que nunca pudiera superarlos.

Racing lo corrió por todos lados. Y por ninguno San Lorenzo pudo hacer pie. La defensa no mostró la fortaleza de otros partidos y no encontró la manera de parar al imparable Moralez. Los volantes nunca no pudieron recuperar la pelota, ni sostenerla las pocas veces que se lo permitió el despliegue racinguista. Y como la pelota siempre estuvo del lado de enfrente, el toque de Ledesma, la habilidad de Barrientos y los piques de Bergessio y Silvera no alcanzaron a marcar diferencias. Ni siquiera sirvieron los cambios que hizo Russo para sacudir la estructura. Hirsig, Solari y Menseguez no solucionaron nada viniendo desde el banco.

No alarma la derrota sino la manera en que llegó. San Lorenzo no perdió un partido cerrado y parejo. Al puntero del campeonato, al equipo que todos veían como futuro campeón, lo pasaron por encima. No lo golearon porque Racing tuvo la mira desviada al momento de la definición. Pero casi que se entregó sin luchar.

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