Está todo abierto. Cualquier especulación dura no más de una semana. Y ninguno de los tres candidatos –Tigre (30 puntos), San Lorenzo (30 puntos) y Boca (29)– garantiza nada a futuro. Es tal la falta de solidez que San Lorenzo, que pasó de capa caída la medianoche del sábado tras empatar 3-3 con Newells, ayer respiró aliviado porque, pese a todo, pudo retener la punta. Y Boca, que había enhebrado cinco victorias al hilo, perdió sin atenuantes su tercer partido de local, luego de un invicto de más de un año en esa condición.

Es tan desconcertante todo lo que sucede en este torneo Apertura que es perfectamente posible y probable que el campeón ensaye la vuelta olímpica con más de tres derrotas en su haber. Desde que en 1991 empezaron a disputarse dos torneos cortos por temporada, sólo dos campeones perdieron más de tres veces: River en el Apertura ’93 y Vélez en el Apertura ’95 cayeron en cuatro oportunidades. Da toda la impresión de que esa barrera está a punto de quebrarse. Y no será una buena noticia, más bien una señal de mediocridad, a tono con lo que ha sido, es y será el campeonato.

Suceda lo que sucediese, queda claro que no se estará en presencia de un campeón memorable. Ni en los números ni en el juego. La ebullición emocional que provocarán las cuatro fechas que faltan disimulará todo análisis. Pero cuando se aquieten las pasiones no aparecerá en escena un equipo claramente superior al resto. En todo caso, y como pasó con River en el último Clausura, ganará el título aquel que sostenga un paso más regular y cometa menos errores en el embalaje final. ¿Quién será?

Imposible vaticinarlo: nadie asegura nada y cualquier pronóstico tiene más de aventura que de certeza. Tigre, San Lorenzo y Boca están ahí. Uno de los tres llegará primero en la tarde del domingo 14 de diciembre. Sumará más puntos. Ser campeón es otra cosa.