FúTBOL › NO JUGó BIEN, PERO COSECHó TRES PUNTOS VALIOSOS
Con un cabezazo de Galmarini y un zapatazo de Fabbiani, River dio vuelta un partido que perdía por el gol de Caraglio. Los cambios y los fantasmas que siguen a Central ayudan a la explicación.
› Por Alejo Diz
De toda crisis se puede salir ganando. Debajo de un triunfo se pueden esconder muchas debilidades, como las que tiene el River de Néstor Gorosito, que aún pide por Ariel Ortega y se abrazó a la llegada de Cristian Fabbiani para desparramar ilusiones que, por ahora, no tienen fundamentos deportivos. Ni siquiera tras la exitosa excursión por Rosario, de donde se llevó un triunfo que repele críticas, aunque no así de los que estuvieron en el estadio. Porque quien se dio una vuelta por el Gigante difícilmente vuelva a viajar para ver a River, que ya ni siquiera tiene en Buonanotte a la estrella del equipo, y terminó jugando con futbolistas como Andrés Ríos y Barrado, que estuvieron hasta último momento en la vidriera del libro de pases sin que nadie preguntara por ellos.
Central anda con miedo en el Clausura. En Arroyito hay pánico por el Promedio. Sus hinchas lo padecen durante la semana, y los jugadores dentro de la cancha, más aún cuando no termina de encajar sobre el césped lo que Alfaro sueña: plasmar un andar deportivo como si Central fuera Arsenal. Es así como un River sin capacidad de daño en ofensiva deambulaba por el terreno de juego dominando el balón, pero tirando centros incongruentes, ante un Central plácidamente acomodado en su campo.
Lo que ocurrió es que Central nunca tomó el protagonismo que demanda su gente. Pero lo que no contagiaba el equipo lo disimularon dos tipos audaces: Ezequiel González, quien con un pase profundo dejó a Caraglio definiendo cruzado, desde un ángulo cerrado, para batir a un Ojeda de poca resistencia. Dos que se asociaron en la cancha e hicieron un gol. Y dio la casualidad de que eran locales.
En el repaso de los primeros 45 minutos, River entregó dos tiros de larga distancia desviados, muchas imprecisiones y una aguda incoordinación colectiva. ¿De qué juega Buonanotte? Ayer no fue enganche, tampoco se lo podría encuadrar como un medio punta y ni hablar de identificarlo como tipo de área. Al respecto, Gorosito no tiene la respuesta, porque lo sacó a poco de comenzar el segundo tiempo, así como también metió a Fabbiani, de imprevisible nivel por su desbordada contextura física.
En eso andaba Gorosito, cuando Alfaro sacó a Ezequiel González (pidió el cambio) y a Franzoia, dejando en cancha a un Moreno y Fabianesi agotado y un Choy González que hizo macanas desde que empezó el partido, e incluso en el alargue del epílogo. De sus pies nació el empate: toque atrás errático, tiro de esquina para River y apareció Galmarini para empujarla de cabeza. Era el primer tiro claro al arco de Broun. El segundo también fue gol: remate de Fabbiani, Broun no hizo foco en el balón y, cuando lo vio, ya estaba adentro.
Caraglio tuvo un mano a mano con Ojeda y la tiró afuera. River se llevó los tres puntos con una dosis de casualidad que difícilmente pueda repetir. Por eso no se privó de los festejos. Para mejor, el gol del triunfo lo hizo el ídolo del verano, quien, consciente del valor de su conquista, les regaló a sus nuevos hinchas una sonrisa más ancha que su cintura.
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