FúTBOL › LA ACTITUD ES UN ASPECTO CLAVE PARA MEDIR LO QUE PRODUJO BOCA
› Por Ariel Greco
Resulta difícil evaluar a los jugadores de Boca sin tener en cuenta la actitud con que salieron a jugar el partido. Como si se tratara de un amistoso, o tal vez por sentirse superiores a un rival que llegaba golpeado, los visitantes se plantaron en el clásico con cierta displicencia, con una tranquilidad que pronto pareció tornarse en indolencia. Recién en la segunda parte parecieron notar la importancia del encuentro y pudieron levantar una producción, en líneas generales, que pintaba para el aplazo.
El primero en mostrar la manera de jugar fue Abbondanzieri, importante para mantener a Boca en el partido durante ese primer tiempo fatídico, con dos tapadas difíciles: primero con el penal que le atajó a Ortega, arrojándose hacia su izquierda, más allá de que se adelantó dos pasos. Y luego con una entrada de Abelairas por izquierda. En el gol de Gallardo quedó muy lejos, aunque el mérito del pateador es innegable. En la segunda parte fue un espectador de lujo, incluso en la única ocasión de River, que fue un remate de Abelairas al palo.
Otro que empezó a salirse del libreto fue Gaitán, pero en la segunda parte. Tras un primer tiempo intrascendente, el zurdo asumió protagonismo en la segunda mitad. Parado por la derecha, a lo Messi en Barcelona, encaró desde la punta al medio y provocó muchos problemas al fondo de River. Generó la expulsión de Villagra, armó un par de corridas que levantaron a su equipo e inició la jugada del empate, con un buen pase profundo para Riquelme, antes de que definiera Palermo.
Precisamente, los dos líderes de Boca mostraron otro gran contraste en su labor. El conductor tuvo un primer tiempo opaco, con poquísima participación y nula movilidad. En cambio, en el segundo se mostró más, se animó a patear de lejos –un tiro libre alto, dos remates que desvió bien Vega– y le dejó la pelota muerta a Palermo para la igualdad. El goleador, con la máscara en la primera parte, no tocó la pelota. Por el contrario, en la segunda, a cara descubierta, marcó su 14º gol en un clásico, con un zurdazo esquinado apenas entrando al área. Y además entró más en juego y bajó un par de pelotas de cabeza.
La defensa de Boca mostró sus habituales desacoples, sobre todo por los laterales. Para colmo, Ibarra, en inferioridad física casi desde el comienzo, no pudo ser la salida, más preocupado en su cuerpo que en trepar por el costado. Del otro sector, Monzón completó un partido flojísimo, con dos errores puntuales en dos de las tres mejores ocasiones de River en el partido: por torpeza, le cometió el penal a Buonanotte. Y en la segunda etapa, el volante de River le robó dos veces la pelota antes de la jugada que terminó con el remate de Abelairas en el palo. Por eso resultó reemplazado por Krupoviesa, quien tuvo poco tiempo en cancha, pero no de-sentonó.
Por el medio, Cáceres y Paletta alternaron aciertos y errores, aunque el paraguayo se perdió medio clásico por un manotazo a Ortega, que lo golpeó primero y simuló después. El ex Banfield, con sus limitaciones, pagó cuando salió a los costados, pero estuvo firme por arriba. El ingreso de Medel resultó útil tras la expulsión de Cáceres, porque se pudo adaptar a la línea de tres sin necesidad de hacer otro cambio y cumplió con la misión de aguantar en el fondo cuando sus compañeros se iban en busca de la victoria.
En la mitad de la cancha también quedaron expuestas las disparidades de Boca. Rosada, por ubicación, despliegue y prolijidad, terminó siendo el más destacado, ya que su tarea creció con la presencia que impuso cuando el equipo de Basile buscaba el triunfo. Fuera de su posición habitual, Battaglia se mostró desprolijo al tener que asumir mayor protagonismo ofensivo que lo habitual. Al final cumplió por su entrega, pero no entregó claridad. Para Insúa quedó el escalón más bajo, porque su escaso aporte fue una de las debilidades más notorias de su equipo. No se asoció con Riquelme, no hizo pesar su habilidad y nunca pudo desequilibrar. Por eso fue sustituido por Chávez, quien mostró más atrevimiento y hasta pudo convertir el 2-1 en la última jugada de peligro del clásico.
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