Lunes, 12 de abril de 2010 | Hoy
FúTBOL › MESSI NO TIENE LA PERSONALIDAD AVASALLANTE DE MARADONA
Por Juan José Panno
¿Cómo se hace para que Messi juegue en la Selección tal como lo hace en Barcelona? Es la pregunta del millón que nos hacemos todos. Una primera respuesta es casi obvia y surge en tono humorístico: nacionalicemos a Iniesta, Xavi, Dani Alves y compañía. Pero como todo esto pertenece al terreno de la fantasía, hay que apuntar a otro lado, y Maradona sabe que lo central es lo psicológico.
Messi tiene apenas 22 años. A veces parece que nos olvidamos de esa cuestión. Maradona, vale recordarlo, la rompió en el Mundial de México cuando estaba por cumplir 26 años. En Barcelona a Messi lo miman, lo cuidan, lo protegen. Nosotros, en cambio, lo apuramos, le exigimos, le pedimos que cada vez que agarra la pelota haga el gol que Diego les hizo a los ingleses.
Messi –como cualquiera puede advertirlo– es feliz cada vez que entra a una cancha, no juega con los dientes apretados, no se pone loco, vive los partidos con una alegría intensa. Se trata de lograr que no cambie nada de eso y de capitalizar al máximo ese talento que acompaña a su manera de vivir los partidos. Una diferencia en la comparación de los dos supercracks es que Messi no posee la personalidad avasallante de Diego, ni su don de mando, ni la capacidad para cruzar las tormentas. Messi es líder por su juego brillante, lo que no es poco, pero no hay que pedirle que lo demuestre a cada instante. Después de los cuatro goles en la Champions, Arsène Wenger, el técnico del Arsenal, lo elogió sinceramente. “Es un jugador de play-station”, dijo. Bonita la metáfora, pero ya se sabe que los jugadores de la play no sienten como los de verdad, no reciben presiones, no se los acusa de no poner lo que hay que poner.
Messi no tuvo actuaciones relevantes en la Selección (sí en la Juvenil en el Mundial de Holanda, donde fue goleador y figura). Tampoco las tuvo Maradona en el Mundial de España. Messi no tuvo grandes partidos, todavía. Pero los va a tener si no lo apuramos, si se arma un equipo que lo acompañe. Ejemplos sueltos: Clemente de cuatro subiendo como lo hacía en Boca y formando una pequeña sociedad con Riquelme, Cambiasso de ocho, Tevez e Higuaín por delante de su línea en la posición inicial.
Por otro lado, hay que hacerle entender que en la Selección cada pelota no es la última. Tiene que lograr que los contrarios se preocupen mucho en la previa, pero que en la cancha se olviden de él; que se crean que no es tan peligroso como parecía hasta que en un par de fintas llegue a la red y... buenas noches. Todos queremos que Messi la rompa en el Mundial, pero no le pidamos que lo gane solo. Y no lo condenemos si no logra nuestros sueños. Seamos pacientes, al menos una vez.
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