Ya no quedan noticias de aquel Lanús tocador y de buen gusto que coronó el Apertura 2007 con el título de campeón. Ya se borraron todos los rastros de una escuela de fútbol que amenazó dejar una huella profunda en el fútbol argentino y hoy apenas si es un recuerdo empequeñecido. Soplan otros vientos en el Sur, mucho más pragmáticos. Desde que se fue Ramón Cabrero y tomó el mando Luis Zubeldía, y mucho más desde que Gabriel Schurrer se hizo cargo de la dirección técnica, hay una idea conservadora en Lanús que ayer en la cancha de San Lorenzo se expresó con total crudeza.

Llamó mucho la atención de que Lanús haya hecho lo que hizo. Y que después del gol de Mario Regueiro, a los 29 minutos del primer tiempo, se haya metido tan atrás y haya renunciado tanto a atacar. Es cierto que, forzado por las circunstancias, San Lorenzo se paró mucho más arriba, con su línea de tres plantada casi en la mitad de la cancha en gran parte del segundo tiempo. Pero Lanús no se esforzó nunca por quebrar el asedio. Se refugió en el fondo y ni siquiera se esmeró demasiado en sacar un contraataque que le alterara a Migliore la placidez de su tarde.

No valen como atenuante las ausencias de Diego Valeri (esta semana arreglaría su situación) y de Mariano Pavone (que debutará en la segunda fecha ante Independiente), ni la lesión prematura de Mauro Camoranesi, reemplazado a los 13 minutos del primer tiempo por Diego González. A Lanús le sobra material como para ser más generoso. Pero está visto que Schurrer tiene otras ideas al respecto. Y no parece demasiado interesado en cambiarlas.