Desde Mar del Plata

Más allá de la final ante Brasil, el análisis de los jugadores argentinos pasó por la satisfacción y el alivio por la meta cumplida tras la victoria ante Puerto Rico. Emanuel Ginóbili, el héroe de la clasificación con seis triples en la segunda mitad, cuando Argentina dio vuelta el resultado, dejó en claro que nada fue sencillo por la presión que sentía el equipo por no defraudar a su gente.

“Objetivo cumplido”: con esas dos palabras, Ginóbili resumió el sentimiento de la Generación Dorada por este nuevo logro. “La verdad es que sufrimos muchísimo para lograrlo. Fue uno de los partidos que más presión me tocó vivir en mi carrera. Sólo comparado con el partido número siete de las finales de la NBA en 2005 (contra Detroit), donde sabés que no tenés un mañana. Donde sabés que no podés errar. Me sentí así. Tenés la posibilidad, a los 34 años, de jugar un Preolímpico en tu casa, contra Puerto Rico, en una semifinal con 9 mil personas, y entre ellas tu familia y amigos. Era una oportunidad que no podíamos dejar pasar”, remarcó el bahiense, que ahora irá el año que viene a cerrar su campaña en la Selección en sus terceros Juegos Olímpicos, luego de la medalla dorada en Atenas 2004 y la de bronce en Beijing 2008. “Siempre dije que los Juegos son la competencia deportiva más importante del mundo. Estar esas dos semanas en la Villa, cruzándote con tipos como Usain Bolt o un nadador amateur son momentos increíbles.”

Ginóbili vivió de manera especial la definición del partido. “Cuando vi el tiro de Barea en el aire, la verdad es que se me frenó el corazón, casi me muero. Después vi que pegó en el aro, se acabó el tiempo y me emocioné. Sentí cómo una mochila gigante se caía de mi espalda. Lo único que quería era abrazarme con los chicos y con la gente. Fue un momento muy emocionante, pero muy sufrido.”