FúTBOL › EL áRBITRO PASó BASTANTE INADVERTIDO
Germán Delfino se ganó una buena nota en su segundo Superclásico consecutivo. Mostró personalidad, sacó las amarillas que tenía que sacar (la primera a Andrada que se tiró a la pileta en el primer avance a fondo de River) y le dio continuidad al juego. También se mostró enérgico con los jugadores de Boca que amenazaban con ganar tiempo, para mantener el resultado. Tampoco se dejó impresionar nunca por algunas exageraciones de los futbolistas en faltas comunes.
No vio –presumiblemente tapado– el claro penal que le cometió Pérez a Balanta en el segundo tiempo en uno de los tantos agarrones usuales a la salida de un corner.
Por lo general (beneficiado es cierto por la falta de acciones polémicas), pasó bastante inadvertido y eso es lo mejor que le puede ocurrir a un árbitro, que nadie repare en su presencia.
Un habitual quejoso, como Ramón Díaz (que además se había anticipado a criticarlo en la previa, probablemente intentando condicionarlo), no hizo ninguna referencia a Delfino en las declaraciones que formuló a la finalización del encuentro. Punto a favor del árbitro.
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