Lunes, 8 de diciembre de 2014 | Hoy
AUTOMOVILISMO Y MOTORES › CRóNICA DE LA DEFINICIóN
Por Pablo Vignone
Cuatro horas y media transcurrieron desde las 9.40, el momento en el que Matías Rossi intuyó que iba a consagrarse, finalmente, campeón de TC, y las 14.10, el instante en que cayó bajo el banderazo que terminó por coronarlo. Demasiada anticipación le quitó sabor a la definición, ya desbalanceada por la ventaja que había acumulado el piloto de Del Viso.
Apenas 1500 metros duró el motor del Chevrolet de Ledesma en la segunda serie, en la que se anticipaba el duelo con Rossi. “Se cortó un bulón de biela, una falla que nunca avisa”, admitieron en el equipo. “Una falla de material o acaso fatiga”. El marplatense, que había picado en punta, alcanzó a estacionar su auto en la chicana de Ascari, sacó el capot y comprobó la falla. “Gajes del oficio”, dijo un rato después, en su box, cuando era un mecánico más de los que se aprestaban a cambiar el motor roto por uno fresco para largar la final, aunque fuera en la última fila.
“No me siento campeón –confiaba por su parte Rossi–. Sé que tengo 99,9 por ciento de posibilidades, pero soy cauto.” Vencedor cuando la lluvia se acentuaba sobre el asfalto, terminó afuera en la vuelta de honor y se horrorizó cuando vio que el auto de su compañero de equipo, Laureano Campanera, parecía chocarlo al salirse de pista también. “Había mucha más agua que en la vuelta anterior. Lo de Ledesma fue una pena, porque no me gusta una definición así. Todo el fin de semana hablamos de la posibilidad de una rotura y le ocurrió a él. ¿Y si me ocurría a mí? Por eso digo que no me siento campeón. ¿La pelea con Silva por el triunfo en la serie? Salió igual que si hubiera corrido con Ledesma. ¿Qué podría haber hecho? ¿Dejarlo ganar? ¡Nooooo!”
El Chevrolet de Rossi partió en la primera fila; el de Ledesma en la última, en la 40ª posición. “Le pedí al equipo que me tuviera informado de cómo escalaba”, explicó el ahora campeón. Bajo la lluvia y con cuatro neutralizaciones por despistes y choques, el marplatense avanzó como un rayo: 38º en la primera vuelta, 33º en la quinta, 30º en la séptima, 25º en la undécima, 20º en la vuelta 13, décimo en el giro 20. Sexto al final, tras marcar el record de vuelta en el penúltimo giro, llegando a nueve segundos de Rossi, que fue escolta del vencedor Martín Ponte (Dodge). “Mi campaña fue de campeón, hice un torneo de la concha de la lora, esto que pasó no empaña nada –valoró el marplatense–. El spray no me dejaba ver bien en el arranque del final, en la última parte ya venía muy bien y casi me meto entre los cinco primeros. Cuando las cosas no se dan...”
En esas últimas vueltas, en el box de Rossi ya repartían espuma, cornetas, bolsitas de papel picado. La fiesta estaba abierta a quien quisiera festejarlo, y no fueron pocos los hinchas que se sumaron. Habían pasado cuatro horas y media del matutino golpe de escena: ahora podían cantar sin cautela. Ezequiel Córdoba, el amigo y concurrente de Matías, y Ailén, la novia del piloto, eran dos más en la desatada, carnavalesca celebración.
“Quería ganar la carrera, tenía ritmo mientras el piso estaba mojado; cuando se secó, a Martín se hizo imposible alcanzarlo –explicó luego–. ¿En qué pensé al terminar la carrera? En el equipo, en mis amigos, pero especialmente en mi vieja, que siempre sufre cuando corro y no por los resultados...”
Se fundieron los dos en un abrazo al cruzar la meta, al pie de la Tribuna 15, la de los hinchas de Chevrolet. “Ese gesto de Christian muestra qué clase de persona es, qué gran rival”, elogió el campeón a su derrotado. “Para mí es una emoción estar en el podio con dos campeones de TC –aceptó el ganador Ponte (foto, delante de Rossi)–. Matías hizo un campeonato brillante.” Para Juan Manuel Silva, que terminó tercero, “Matías es un campeón que jerarquiza al TC”. En el podio, los hinchas cantaban los clásicos “dale campeón” y “que de la mano de Mati Rossi todos la vuelta vamos a dar”. Todavía deben andar por ahí.
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