Dom 16.05.2004
libros

RESEñA

Un monstruo grande

LA CASA DE ROTTERDAM
Edith Vente

Simurg
Buenos Aires, 2003
272 págs.

POR CECILIA SOSA

La primera novela de Edith Vente es y no es una novela de amor, es y no es una novela de desamor (lo que vendría a ser más o menos lo mismo), es y no es una novela de guerra, es y no es una novela de infancia, es y no es una novela de padre e hijos. La casa de Rotterdam es algo de todo esto y también algo más: es una pintura minuciosa y femenina de los fantasmas y miserias que corroen a dos familias holandesas, súbitamente privadas de “razones” por la ceguera impasible de la guerra.
Ammy es la cuarta hija de los Van Erf, un matrimonio calvinista acomodado que vive en lo más residencial de la ciudad de Rotterdam. Su sino es no haber nacido varón y lo carga en el nombre errado que improvisa la desilusión de su padre al no recordar el triple mandato materno ante las planillas del Registro donde la inscribe. Y así crece Ammy: entre las olas de una contradicción clave: un padre odontólogo y austero hasta el último diente y una madre que, lejos de la dignidad estoica requerida para la mujer calvinista, es puro exceso. Exceso sucesivo de badmigton, bridge y compulsión por la pintura vanguardista. Casi tan excesiva, ella, como lo exigen los vertiginosos años veinte, en los que Europa vive su estampida hedonista luego de la pesadilla de la primera Gran Guerra. Lejos, muy lejos de allí, y en la geografía impetuosa de un país caribeño, germinan otros fantasmas, los del niño Theo, primo segundo de Ammy, que oscilan entre silenciados rituales selváticos y mares plagados de tiburones, hasta que un par de padres pusilánimes y abandónicos lo depositan nuevamente en el Viejo Continente para recibir la educación acética y rígida de dos tías solteronas exentas por completo de toda gracia.
Con hábiles pinceladas y durante más de 170 páginas, Vente carga de intensidad a sus jóvenes protagonistas para dejarlos allí, al borde de la guerra. Y cuando estalla, todos los conflictos que se venían macerando en cámara lenta, adquieren la urgencia del puro presente. “Una bestia parda se apodera de Europa. Avanza imparable la destrucción, que invade cada resquicio de sombra, de confusión, de terror. Despoja a los hombres de su dignidad, de la lógica, del sentido común. Avanza devastadora, asuela y acarrea como rastrojos restos de pensamiento noble y entrega altruista, para ser enterrados en las fosas de la traición, quemarlos con cal y llenar de un hedor inexpugnable la tierra fértil. La bestia se deleita en el caos y la desolación que provoca”, cuenta, enérgicamente, Vente. Y es en este punto en el que su novela adquiere su verdadera dimensión narrativa. Apelando a su oficio periodístico, la autora escala una crónica angustiada y atrapante de la ocupación nazi de Holanda. Y hasta se puede sentir cómo las bombas desarman la fría elegancia de Rotterdam y el hambre comienza a limar toda diferencia social. Todo, mientras el país ocupado intenta mantener los visos de normalidad y el partido nacionalsocialista triplica su cantidad de miembros. Con el “monstruo negro” corriéndoles por detrás, Ammy y Theo construirán el territorio de un amor tan anunciado como imperfecto y probablemente siempre diferido.
Vente nació en Viña del Mar (Chile) en 1952. En 1970 emigró a España por razones políticas. Después de un período en los Países Bajos, Vente regresó a Chile donde ejerce como abogada. Antes de su auspiciosa primera novela, ya había publicado cuentos es diversas antologías.

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