El misterio del escritor amarillo
Acaba de aparecer en inglés la primera biografía de Haruki Murakami, el escritor japonés que podría haberle arrebatado el Nobel 2001 a Naipul y cuyos libros generan entre los adolescentes orientales la misma devoción que los de Salinger entre los jóvenes occidentales.
› Por Rodrigo Fresán
Tenía que suceder, ya era hora, por fin ocurrió para placer de fetichistas, mitólogos y adoradores del tótem: una biografía/estudio crítico, en un idioma cercano, del escritor japonés más cool y –el año pasado circulaban rumores por Londres en cuanto a que se llevaría el Nobel que le tocó a Naipaul y estaría bien que así hubiera sido– al mismo tiempo más reverenciado por crítica e intelligentzia mundial. Y la espera valió la pena: Haruki Murakami and the Music of Words (Harvill, 326 páginas, 12,99 libras) no sólo está firmado por Jay Rubin -uno de sus traductores históricos al inglés junto a Alfred Birnbaum y Philip Gabriel– sino que, además, desde la confesión que abre el juego, confiesa su crimen que no equivale a castigo sino, por lo contrario, a recompensa: “Voy a admitirlo desde el vamos: yo soy fan de Haruki Murakami (...) y he escrito este libro para los otros muchos fans que seguro sienten una camaradería similar con su obra y a quienes les gustaría saber más sobre su vida, pero se quedan con las ganas al chocar con la barrera del idioma. Lo que yo quise hacer aquí fue compartir algo de la felicidad y excitación que he sentido al leer y traducir los cuentos y las novelas de Murakami y lo que he ido sabiendo por él acerca del modo en que han sido escritas. Por favor, discúlpenme si este libro produce la impresión de que me he divertido mucho escribiéndolo”.
Y la impresión es, sí, exactamente ésa. Y esa misma impresión se traslada al lector y fan. Y lo de antes, lo del principio: ya era hora.
MADERA JAPONESA
El lector en español tiene poco acceso al escritor japonés. Apenas La caza del carnero salvaje (en Anagrama, y de la que nunca fue traducida su continuación Dance Dance Dance) y la monumental y de algún modo contenedora de todas y cada una de las obsesiones y temas murakamianos que es Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (en Tusquets, editorial que promete próximo lanzamiento de la perfecta Al sur de la frontera, al este del sol y de la deficiente y muy criticada por el mismo Rubin Sputnik Sweetheart). No es mucho, es algo y aunque todavía resulte inexplicable que su Norwegian Wood -.una indiscutible gran novela japonesa que moderniza sin faltarle el respeto la típica y clásica historia de amour fou oriental.- no haya sido editada en nuestro idioma, bueno, es lo que hay. Ya vendrán tiempos mejores. Quien quiera leer en inglés tendrá mejor suerte pero, aun así, será un pálido reflejo de la realidad: en 1990 aparecieron los primeros ocho volúmenes de las Obras completas de Murakami –Kyoto 1949, debutante literario en 1979-. y desde entonces y hasta ahora, cumplidos los 53 el pasado enero, el escritor ha agregado otros diez volúmenes de ficción y no-ficción a la pila.
Rubin se ocupa de llenar los casilleros vacíos, comentando la obra desde la superficie, pero –alegría, alegría– hundiéndose de lleno en las profundidades del mito Murakami a partir de una exhaustiva bibliografía made in Japan, mapas que siguen sus viajes y fugas y conversaciones privadas de aquel que empezó como barman y discjockey en el legendario jazz club de Tokyo Peter Cat (la portada de Haruki Murakami and the Music of Words imita la etiqueta de un viejo disco de pasta, el libro investiga e insiste una y otra vez en la relación entre música y prosa en el estilo de Murakami) y que ahora pone a girar una y otra vez la música de libros que se venden por millones en su patria y que, fuera de ella, comienzan a ser comparados con los de Borges, Dylan, Chandler, Lennon, Salinger y Dick.
Y Haruki Murakami, quien en una conferencia –sorpresa– agrega a la lista de sus padres tutelares al argentino Manuel Puig, conocido en Japón como “el Haruki Murakami latinoamericano”.
MADE IN JAPAN
Lo mismo pasa con Salinger: Murakami es un escritor juzgado no por lo que escribe sino por el tipo de lectores que supo conseguir. Elgrueso de Murakami –que se cuentan en su patria por millones– suelen ser adolescentes disfuncionales que consideran a Norwegian Wood del mismo modo en que millones de adolescentes disfuncionales de Occidente consideran a El cazador oculto. Así –otra faceta interesante del libro de Rubin– se dedica a explorar la percepción doméstica que se tiene del monstruo a cargo de académicos que lo sienten tan nocivo como lo fue Mishima a la hora de fabricar un Japón freak y “de importación” para el consumo internacional. (Interesante: Rubin se hace sitio al final del libro para denunciar en un apéndice la manipulación y cortes de sus traducciones a cargo de reputadas editoriales norteamericanas como Knopf.)
No hace mucho Murakami declaró a la revista norteamericana Bookforum: “Lo que a mí me preocupa es que determinado paisaje real se funda con la idea que yo tengo de ese paisaje. Fitzgerald lo hizo con Nueva York, Dostoievski con San Petersburgo. Chandler con Los Angeles. A mí me gustaría lograr el mismo efecto con Tokio. De ahí todas esas alusiones más occidentales que orientales en mis libros: son mi signo, son parte de mi educación y de mi forma de ver y sentir las cosas. Cuando comencé a escribir, lo que a mí más me interesaba era distanciarme de las formas tradicionales de la literatura japonesa. Yo quería hacer y ser algo diferente. En otras palabras: yo quería ser un toro salvaje suelto entre la porcelana. Creo haberlo conseguido. Pero ahora tengo cincuenta y dos años y ya estoy un poco cansado de romper platos y tazas y fuentes...”
Haruki Murakami and the Music of Words explica entonces –no del todo, pero sí bastante– el enigma de esa música de platos rotos a la que se aplaude, siempre, por supuesto, con una sola mano.