EL EXTRANJERO
BRIMSTONE
Por Douglas Preston y Lincoln Child
Warner Books, 2004
512 páginas, U$S 25,95
Hablemos de basura, hablemos de trash y de pulp y de la rara y excitante felicidad que de tanto en tanto nos producen este tipo de libros. Libros como los que escribe el dúo dinámico de Douglas Preston y Lincoln Child. Arqueo-thrillers, techno-thrillers y –especialmente y muy por encima de todo lo que firman juntos o por separado– las novelas protagonizadas por el único, inimitable y agente especial Pendergast del FBI (aunque Pendergast, nacido en Nueva Orléans, actúe siempre por las suyas, enervando hasta el infarto a sus superiores, y con métodos que combinan un humor ácido, perfecta puntería, deducciones à la Sherlock Holmes, la filosofía zen y los métodos del jesuita Matteo Ricci a la hora de utilizar la memoria como virtual máquina del tiempo). Y sí: como ocurre con los relatos y novelas de Conan Doyle, lo que importa aquí no es quién es el asesino sino quién es el detective.
Las novelas anteriores de Pendergast –que pueden ser definidas como una cruza entre Los Expedientes X y las peripecias de un Indiana Jones urbano y cerebral– están traducidas al español en Plaza y Janés y son La reliquia (que resultó en una mala película donde, horror, Pendergast ni siquiera aparece); Relicario (su muy buena continuación); Los asesinatos de Manhattan (un verdadero festival de asesinatos en serie, sombras decimonónicas, fórmulas secretas de la inmortalidad y con un Pendergast más inspirado que nunca) y Naturaleza muerta (la más floja y culpable del imperdonable pecado de sacar a Pendergast de la siempre gótica y sofisticada Nueva York para enviarlo a resolver unos toscos asesinatos rituales a la campesina Kansas). La buena noticia es que la recién aparecida Brimstone no sólo está a la altura de Los asesinatos de Manhattan, enfrentando a nuestro héroe a un rival que bien puede ser el mismísimo Diablo, sino que además –como en Los asesinatos...– vuelve a ocuparse de la misteriosa vida privada de Pendergast (del que nadie conoce siquiera su nombre de pila y, quienes alguna vez lo oyeron, lo recuerdan como “Al... Jo... es impronunciable”) y de la maldición de su familia, aquejada de un mal por el cual todos se vuelven locos a determinada edad. Y Brimstone abre la puerta a una próxima novela donde todo hace pensar que nuestro agente especial favorito se enfrentará a su malvado pero igualmente genial hermano. Mientras tanto y hasta entonces, Brimstone divierte con sus cadáveres apareciendo aquí y allá a una temperatura muy por encima de la normal, cocidos de adentro hacia afuera, en habitaciones cerradas, y con pezuña de macho cabrío grabada a fuego en una de las paredes. Sumarle a esto conspiraciones mundiales, pactos fáusticos de ancestrales familias florentinas, guiños cómplices al iniciado con decisivas alusiones a aventuras anteriores (llegando a atar un cabo que había quedado suelto en Naturaleza muerta) y el reencuentro con viejos aliados de Pendergast como el inspector Vincent D’Agosta y la científica de museo Laura Hayward. En resumen: novela infernalmente divertida, leerla mientras se mastica un Big Mac, y experimentar así lo que puede ser el paraíso mientras los demás continúan en el purgatorio de El código Da Vinci y todos esos misterios académicos sin diploma.
Rodrigo Fresán