Domingo, 26 de septiembre de 2004 | Hoy
VERSUS
Los dos son best-sellers. Los dos están escritos por chicas. Los dos cuentan escandalosas peripecias sexuales. ¿Cuál gana?
Por Mariana Enriquez
Y sigue la saga de adolescentes precoces que escriben o algún escritor fantasma les escribe libros malos sobre su intensa iniciación sexual. Ahora, para competirle a las Cien cepilladas... de la italiana Melissa P., tenemos a la japonesa Ai Iijima con PlatonicSex. ¡Al ring!
Primer round: sexo explícito
Gana Melissa P., por robo. Lo de la japonesa es un fraude: la contratapa
dice que debutó a los catorce convengamos que es una edad bastante
normal pero no hay una sola escena cachonda. Se encuentra con una chica
lesbiana en Nueva York pero sólo histeriquea; visita un local de
masturbación libre y nomás mira. Después se prostituye
pero no tanto es una especie de dama de compañía y
cuando entra en el mundo del cine triple X en Japón, nos enteramos de
que la pornografía japonesa censura los genitales así que las
actrices no tienen que ejecutar el acto sexual de verdad. Ella, claro, sólo
lo finge. Melissa, en cambio, se enfiesta con cinco muchachos, se acuesta con
su profesor de matemáticas, se masturba mientras mira a sus amigos gays
en pleno sexo salvaje y hasta ejerce de dominatriz ultraviolenta para un hombre
casado. ¡Forza, Italia! Ah, y ambas se pasan por alto que existen las
enfermedades de transmisión sexual; ni una palabra sobre el HIV. ¿El
verosímil? Bien, gracias.
Segundo round: el estilo
Ai y Melissa escriben horrible, no hay otra forma de decirlo. Los dos libros
usan la primera persona; Cien cepilladas... es un diario puro, PlatonicSex una
mezcla. Todo lo que las chicas piensan o sienten es de una vacuidad pasmosa.
Quiero amor, diario. Quiero sentir cómo se derrite mi corazón,
escribe Melissa. Yo, a quien lo único que realmente le importaba
en la vida era pasarlo bien, en ese instante tuve deseos de mirar en mi interior.
Es imposible inclinarse por una de las dos, pero este round es para Melissa
sólo porque al menos su libro se entiende; Ai es, digamos, dispersa.
PlatonicSex tiene problemas de continuidad elementales.
Tercer round: las ventas
Melissa vendió un millón en Italia; Ai, cuatro millones en
Japón. Pero hay que tener en cuenta que diez millones en Japón
es underground. El marketing las eleva a iconos adolescentes, pero seguro que
gran parte de sus lectores son hombres adultos perversos. Si Geraldine Neumann
escribiera sus memorias, también sería best-seller. Acotación:
no hay que poner en la misma bolsa a Shangai Baby de la china Wei Hui; está
lejos de ser una obra maestra, pero al menos la censuraron de verdad, y tiene
algo para decir sobre ser mujer, joven y escritora en la compleja Shanghai.
Consejo para jóvenes japoneses: sigan leyendo a Ryu Murakami. Consejo
para adolescentes italianos: insistan con Enrico Brizzi.
Cuarto round: final feliz
Lo de Melissa es rosado ultraconservador: encuentra al príncipe
azul y deja atrás su descenso a los infiernos. Ai se amiga
con sus padres y se arrepiente de su rebelión, aunque ellos
le pegaron hasta desfigurarla para que volviera al buen camino (Papá,
mamá, perdónenme por ser así).
Ring-side: el futuro
¿Y ahora qué? ¿Una adolescente rusa raptada por redes
de prostitución infantil que acaba en las calles de Bucarest? ¿Las
tan esperadas memorias de una esclava sexual tailandesa? ¿Una joven travesti
ecuatoriana que se muda a París? ¡Basta de avivar giles! Algo se
les ocurrirá.
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