El detective accidental
La primera novela del británico Mark Haddon lo situó muy cerca de El cazador oculto de Salinger: un enigma sentimental y un personaje adolescente inolvidable.
Por Mariana Enriquez
El curioso incidente del perro a medianoche
Mark Haddon
Salamandra
268 págs.
El libro favorito de Christopher Boone es El perro de los Baskerville, de Sir Arthur Conan Doyle, porque su detective favorito es Sherlock Holmes. Y le gusta sobre todo porque Holmes tenía el poder de abstraer su mente a voluntad, como lo hace Christopher. “Si una cosa me interesa de verdad, como hacer ejercicios de matemáticas o leer un libro sobre las misiones de Apolo, o los tiburones blancos, no me doy cuenta de nada más, y Padre puede estar llamándome para que vaya a cenar y no lo oigo.” Christopher tiene quince años y sufre del síndrome de Asperger, un trastorno relacionado con el autismo, y es el narrador de El curioso incidente del perro a medianoche, la primera y extraordinaria novela del británico Mark Haddon. Es, además, un personaje comparable a Holden Caulfield o Ignatius Reilly (La conjura de los necios), una voz única destinada a convertirse en un héroe literario gracias al don de la empatía del autor; está tan cerca de Christopher que logra el ideal de invisibilidad.
Christopher usa la lógica deductiva para navegar las complejidades emocionales propias y las del mundo adulto que no logra comprender. Cada vez que se enfrenta a un hecho traumático, un descubrimiento que dispara su investigación hacia terrenos dolorosos, recurre a los números primos, problemas matemáticos –es un genio en la materia–, las constelaciones, las fórmulas. Christopher no comprende las metáforas ni los chistes ni los rostros; no sabe charlar, odia que lo toquen, gime y se violenta cuando se encuentra en sitios llenos de gente, detesta que muevan los muebles, no come nada amarillo ni marrón. Tampoco parece comprender por qué a la gente le resulta tan complicado lidiar con él. Jamás menciona con términos médicos su transtorno: lo llama sencillamente “problemas de conducta”. La voz de Christopher según Haddon es distante y escueta; si su viaje iniciático, su rito de pasaje, se parece mucho al de Holden Caulfied en El cazador oculto, su respuesta emocional es tan limitada como la del mayordomo de Lo que queda del día de Kazuo Ishiguro. Sin embargo, Haddon afirma que el modelo para El curioso incidente... fue Orgullo y prejuicio porque Jane Austen escribía, dice Haddon, “sobre gente aburrida con vidas desesperadamente limitadas pero, sin embargo, la empatía con que escribía hace que sus vidas resulten fascinantes. Su primer acto de empatía fue escribir el tipo de libros que sus heroínas hubiesen leído: la novela romántica”. Haddon también escribe el libro que su personaje leería, una novela de misterio con asesinato: en la primera página, Christopher descubre que alguien ha asesinado a Wellington, el perro de su vecina, con una horquilla. Y decide resolver el misterio. Pero cada paso de la investigación lo lleva al descubrimiento de los secretos de su familia y su barrio; cae el velo de mentiras que los adultos han levantado para protegerlo y el adolescente, sólo armado con su endeble armamento de horarios y rituales, debe enfrentarse a una nueva realidad que lo desestructura.
“Éste no va a ser un libro gracioso. Yo no sé contar chistes ni hacer juegos de palabras”, dice Christopher. Y sin embargo, El incidente... es un libro divertidísimo. Los malentendidos en que cae el protagonista cuando su literalidad le impide cualquier interpretación, sus problemas con la policía y la relación insólita que establece con su padre son momentos de comedia pura. La narración se alterna con dibujos, gráficos y problemas matemáticos, desde el metro de Londres hasta la constelación de Orión, y todos ellos son procedentes, en absoluto arbitrarios o caprichosos: el personaje los necesita para explicarse y explicar elmundo, y para el lector funcionan como una guía al universo del adolescente, como mapas de su desamparo. “Gemí para tapar el ruido porque me había quitado las manos de las orejas, pero no tan alto como para que la gente me oyera y viniese a hablar conmigo. Y entonces intenté pensar, porque había demasiadas otras cosas en mi cabeza, así que hice un problema de matemáticas para despejarme la cabeza.” A continuación, aparecen los gráficos del problema “Los soldados de Conway” y son un verdadero alivio para la angustia de Christopher, y la del lector. Porque El incidente... es un libro desvergonzadamente emotivo pero con una cuidada economía de recursos. Los capítulos en que Christopher descubre la verdad sobre sus padres se encuentran entre lo más conmovedor que ha ofrecido la literatura contemporánea en los últimos tiempos, al igual que su desolador viaje a Londres en tren y subterráneo, solo. Lo que comienza como un original policial de enigma se convierte en un drama familiar muy triste pero nunca sentimental, sin clisés, sin golpes bajos. Ésta no es una novela sobre el autismo ni sobre los chicos “diferentes”: es una novela sobre las dificultades de comunicación, las maneras absurdas y a veces daniñas con que los adultos manejan los conflictos. Pero Haddon no condena a quienes rodean a Christopher: no hay ningún villano, sólo personajes que intentan hacer lo mejor posible, pero con demasiada frecuencia se equivocan.
El curioso incidente... apareció en lengua inglesa en dos ediciones: como literatura juvenil y como ficción a secas. Es sólo un dato de marketing, pero demuestra que borronea las fronteras como sólo lo hace la mejor literatura: fuera de todo esquema y convenciones de género, con una impactante honestidad.