LA VIDA Y LA OBRA DE BéLA BARTóK CONTADAS POR QUIENES LO CONOCIERON.
El moderno incomprendido
El mundo de Bartók
Malcolm Gillies
Adriana Hidalgo editora
Buenos Aires
354 páginas
Por Diego Fischerman
La idea de la colección El mundo de, publicada por Adriana Hidalgo editora, es excelente. Dedicada a contar la vida de algunos de los compositores más influyentes de la historia de la música a través de una sagaz recopilación de testimonios de quienes los conocieron, ya ha ofrecido retratos extraordinarios de Mahler, Ravel, Gershwin, Satie, Wagner y Debussy. Este nuevo volumen, consagrado al húngaro Béla Bartók, corrobora esas virtudes.
La primera es –como en el resto de los títulos– el cuidado de la traducción, felizmente libre de los errores de contenido que suelen malograr a los libros sobre música: por ejemplo, llamar “poemas tonales” (tone poems) a los poemas sinfónicos, piezas sinfónicas pretendidamente descriptivas o argumentales que no presuponen marca alguna de tonalidad ni de atonalidad. Más importante es la segunda virtud: la pertinencia y el interés de los testimonios elegidos. Sin ella, la mejor de las ideas fracasaría.
El caso de Bartók –un músico cuya idea de modernidad siempre pareció chocar punto por punto con la idea de modernidad hegemónica– es apasionante. Investigador apasionado de los folklores centroeuropeos, fue el único, en todo caso, que logró unir un conocimiento profundo y una reivindicación de las particularidades estéticas regionales con el rigor compositivo y el más absoluto rechazo del pintoresquismo. La índole del folklorismo de Bartók –llamarlo nacionalismo sería un error– nada tiene que ver con las postales edulcoradas ni con la preparación de una imagen apta para extranjeros deseosos de exotismo. De una abstracción cercana a la astringencia, Bartók es eventualmente uno de los más grandes constructores de estructuras musicales que ha dado la historia. Como pruebas bastarían la fuga de la Música, percusión, cuerdas y celesta, o esa especie de genial macrorrelato que conforman sus seis cuartetos para cuerdas.
Gillies acierta al dar voz a muchos de los que conocieron al músico en su tierra natal, de la que huyó, ya enfermo de leucemia, a causa de la persecución nazi en la Hungría colaboracionista; por ejemplo, cuando incluye en su selección de testimonios las cartas en las que la madre relataba a su nieto (el hijo de Béla) anécdotas de la infancia del compositor. Dividido en seis capítulos que recorren la infancia, los comienzos y los primeros éxitos en Hungría, el exilio estadounidense, los obituarios publicados con motivo de su muerte y algunos breves juicios de sus colegas más importantes (“Nunca me gustó su música, en ningún sentido”, sentencia Igor Stravinsky), el libro consuma una lograda articulación entre los distintos testimonios, que Gillies encabeza con una atinada explicación sobre el personaje que los presta y el contexto en que fueron emitidos. El libro se completa con una cronología precisa y clara y una bibliografía en inglés.