Domingo, 24 de abril de 2005 | Hoy
PETRAS NUEVAMENTE A LA CARGA CONTRA EL IMPERIO DE NEGRI.
Las dos caras del imperialismo:
vasallos y guerreros
James Petras-Henry Veltmeyer
Lumen
400 páginas
La figura de James Petras adquirió renovada notoriedad en los últimos años por sus furiosos ataques a las tesis de Negri y Hardt acerca de un imperio sin imperialismo. Nada más descabellado y peligroso para los autores de este libro que esa clase de proposiciones reformistas que, en el contexto de la globalización, tienden a postular la ausencia de poder estatal como un dato irrecusable. De lo que se trata, hoy como ayer, es del viejo imperialismo travestido en nuevos ropajes. Esta vez, bajo la forma de un neomercantilismo donde las políticas de estado dictan las reglas del intercambio y desmienten la supuesta autonomía del mercado. Un proyecto de recolonización liderado por EE.UU. que guarda más de una semejanza con los antiguos imperios coloniales europeos.
Este venerable sistema de dominación posee sus víctimas y sus victimarios. Entre las primeras se encuentran los países del Tercer Mundo, cuyos mercados internos son destruidos por las políticas neoliberales, sus recursos naturales, saqueados por las privatizaciones, sus territorios, ocupados y las clases medias y los sectores populares, sumergidos en la miseria a causa del desempleo y de la flexibilización laboral. En el eje del mal se sitúan en cambio las corporaciones multinacionales, el aparato militar norteamericano, instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial y los regímenes clientes encargados de aplicar las recetas desreguladoras en la economía.
Es éste un análisis maniqueo que impide el desarrollo ulterior de cualquier intuición correcta. Y el libro no carece de ellas: la crítica a los movimientos antiglobalización por asumir con demasiada ligereza la idea de un Estado mínimo y no intervencionista, el cuestionamiento del enfoque gerencial y apolítico que adoptan las ONG (organizaciones no gubernamentales) y la prioridad de la política sobre cualquier autonomía meramente económica del capital rompen con un consenso en la izquierda académica que ya dura demasiado. Pero la retórica encendida de Petras y Veltmeyer oculta unos argumentos bastante tenues. Evitan la rigidez de ese esquema fetichista, tan en boga en las tesis actuales sobre el posfordismo, según el cual el nivel económico y el salto tecnológico determinan la forma de la política y de la subjetividad. Pero recaen en un determinismo de signo opuesto al suponer que basta la desesperación de las masas perjudicadas por esta nueva redistribución de la riqueza para poner en marcha el ineluctable mecanismo de la lucha de clases que desmoronará al imperio. Sus esperanzas están cifradas en los mismos actores sociales que reivindican sus archienemigos Negri y Hardt: los cocaleros bolivianos, los piqueteros argentinos. Importa poco si al nuevo intervencionismo económico y militar se lo considera posmoderno o premoderno, imperio o imperialismo; si serán la multitud amorfa o las organizaciones políticas y sindicales a la vieja usanza leninista, los globalifóbicos europeos o los supuestos movimientos antiimperialistas en América latina, los encargados de provocar el enésimo canto de cisne del capital. Ambas posturas subestiman las dificultades de cualquier proceso de formación de conciencia de clase en el capitalismo tardío, ignoran las bases materiales de los nuevos antagonismos y buscan con ansiedad un sustituto de ese centro de gravedad permanente que antaño pareció llenar la clase obrera como agente privilegiado del conflicto social.
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