UN LIBRO DE ENTREVISTAS LOGRA PONER EN EVIDENCIA EL PROBLEMA DE LA VISIBILIDAD DE LA MUJER EN EL CINE.
Otro punto de vista
Mujer y cine en Argentina
Viviana Rangil
Beatriz Viterbo Editora
238 páginas
› Por Mariana Enriquez
Las preguntas centrales que se hace Otro punto de vista son si existen una mirada femenina y una actitud feminista en el cine. Y lo más interesante es que no las termina de responder. El libro, un intento de armar un corpus, incluye entrevistas con cineastas y mujeres relacionadas con el cine –desde productoras a vestuaristas– que abre el diálogo, pone temas en discusión y sobre todo visibiliza la relevante producción de cine hecho por mujeres en Argentina. Una de las sensaciones que se desprende es la vergonzante constatación de la falta de reconocimiento: por ejemplo, Julia Solomonoff (directora de la reciente Hermanas) fue asistente de dirección de Diarios de motocicleta de Walter Salles, y claramente ni siquiera el paso de la película por los Oscar ayudó a visibilizarla. Y también quedan patentes las complicaciones que en ocasiones acarrea trabajar con hombres, como el caso de Carmen Guarini: “Yo puedo hablar de una cosa de género porque siempre tuve muchas dificultades por codirigir con alguien que era mi socio, mi codirector y mi pareja hasta cierto período. No aparecía mi nombre en los diarios, decían ‘la película de Marcelo Céspedes’, nunca era películas dirigidas por ambos”. Guarini es la directora del fantástico documental Tinta Roja, entre otros.
Las entrevistadas son nueve: Carmen Guarini, Vanesa Ragone, Ana Poliak (documentalistas), Lucrecia Martel, Julia Solomonoff, Paula Hernández (directoras), Martha Bianchi, Lita Stantic y Beatriz Di Benedetto (mujeres de larga trayectoria en diferentes espacios de la cinematografía nacional). Todas reflexionan sobre las diferencias entre feminidad y feminismo, debaten sobre el cine argentino y enumeran los problemas que presenta la producción cinematográfica en Argentina. El libro tiene altibajos. Los puntos más altos quizá sean las tres entrevistas a las documentalistas y la notable charla con la actriz Martha Bianchi, fundadora de la asociación “La mujer y el cine”. (“El feminismo es un movimiento subversivo que socava los cimientos mismos de la cultura patriarcal. Yo entiendo que la gente se asuste y trate de burlarse y descalificarnos; entonces uno de mis compromisos es asumir que sí, yo soy feminista”, dice.) Pero la entrevista con Lucrecia Martel, realizada cuando La ciénaga todavía era apenas guión, está desaprovechada, de la misma manera que la charla con Lita Stantic, donde apenas aparece la experiencia de la productora con María Luisa Bemberg. Realizadas entre 2000 y 2003, las entrevistas –coloquiales, íntimas, semiinformales– están precedidas por breves ensayos de Rangil, que aportan algo de marco teórico pero sin recargar las tintas. Es que no es la intención. Otro punto de vista es un disparador que no sienta conclusiones, abre el juego y se limita a sugerir que el solo hecho de hacer cine y ser mujer es una acción feminista, un cambio en las configuraciones de poder.
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