ADIEU
› Por Mariana Enriquez
Tristan Egolf publicó su primera novela, El amo del corral (1998) a los 27 años. Y las circunstancias de la edición se convirtieron en material de leyenda manipulado con inteligencia: se dice que setenta y seis editores norteamericanos rechazaron el manuscrito hasta que, en París, el escritor Patrick Modiano encontró a Egolf tocando la guitarra bajo un puente; se hicieron amigos, Modiano le llevó el libro a Gallimard, el traductor de Saul Bellow puso manos a la obra, y El amo del corral fue un éxito en Europa. A los ecos de Hemingway hay que sumarle una recepción crítica abrumadora: Egolf fue comparado con John Kennedy Toole, Thomas Pynchon, J. P. Donleavy, Jonathan Lethem, John Steinbeck y William Faulkner. Y El amo del corral merecía tales elogios: un libro frenético, de imaginación exuberante, sobre un joven prodigio –John Kaltenbrunner, capaz de manejar una granja a los nueve años– que intenta sobrevivir en el racista, fascista, violento y aburrido pueblo de Baker y lidera una fenomenal huelga de basureros que culmina en una distopía que le debe tanto al grotesco como a la tradición del gótico sureño. No pudo repetir la hazaña con su segunda novela, Skirt and the Fiddle –sobre un violinista que sobrevive cazando ratas en desagües– pero aún así su vibrante talento estaba muy por encima de la media. Egolf siempre se encargaba de bajarle el tono a su propio mito: se había hecho amigo de la hija de Modiano en París, explicaba, de ahí la relación. Se había ido a escribir a Francia y no vivía en la calle; si tocaba la guitarra bajo un puente era porque el cambio no lo favorecía, y como sólo estaba escribiendo, necesitaba dinero extra para pagar el alquiler. Y no lo rechazaron setenta y seis editoriales: “Sólo tres o cuatro leyeron el libro”, explicaba. “Tengo más de setenta cartas de rechazo, pero sé que eran formalidades. Pensándolo bien, me publicaron bastante rápido”.
Ahora, días después del suicidio de Tristan Egolf a los 33 años, muchos se preguntan si las presiones y expectativas generadas por la maquinaria publicitaria que rodeaba al escritor contribuyeron a su decisión de pegarse un tiro en un departamento de Lancaster, Pennsylvania; pero no hay teoría que pueda explicar el dolor ajeno, y los pocos allegados que hablaron con la prensa, admitieron que el autor estaba deprimido desde hacía más de un año. Sin embargo, no había dejado de trabajar: era además músico y su grupo, Doomed to Obscurity, acababa de lanzar un disco por el sello Matador. También había terminado una ópera rock que iba a ser protagonizada por Iggy Pop y hasta un guión de El amo del corral. Pero había pasado sus últimos meses dedicado mucho más al activismo político que a la literatura. En Lancaster lideraba un grupo llamado “Smoketown Six” y fue arrestado por protestar contra la visita en campaña de George W. Bush el año pasado: Egolf y sus amigos habían posado desnudos al costado de la ruta imitando la foto del abuso a prisioneros en la prisión Abu Ghraib. Antes, había quemado en público un muñeco de Bush. Su sitio, www.windismillonline.us tiene una amplia sección dedicada al activismo anti-bélico y una crónica detallada del incidente y la maraña legal posterior –el caso, delito federal, todavía no tiene sentencia–. Egolf publicó un mensaje corto antes de una audiencia: “Esperamos alguna oposición, es decir, algunos imbéciles van a aparecer en la corte. Así que, a todos: vengan a Lancaster a ayudarnos. Estos son momentos muy importantes. Gracias y paz”. El martes pasado sus amigos organizaron una fiesta de despedida en The Chameleon Club, el local donde Egolf solía tocar con su banda. Y se espera un tercer libro, Kornwolf, a medias publicado de forma seriada en su sitio web, para mediados de 2006.
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