MARCELO LEONARDO LEVINAS: EL úLTIMO FINAL
La crisis de 2001 en una novela que plantea una versión sobre el absurdo; quizá, la última versión.
› Por Juan Pablo Bertazza
El último final
Marcelo Leonardo Levinas
Alfaguara
253 págs.
En una historieta, Quino trazaba a un hombre que, durante una caminata, se iba enfrentando a pelotazos, mujeres exuberantes y hasta el sugestivo aroma de la pizza. Sin embargo, él se mantenía impasible frente a estos estímulos, que sí lo movilizarían sobremanera una vez que aparecían en algún programa de televisión. La historieta no desmiente aquello de que la realidad supera a la ficción, aunque señala la particularidad de que la ficción tiene muchas más estrategias que la realidad para mostrarnos cuán increíble es lo que aceptamos naturalmente. El último final, de Marcelo Levinas –escritor, doctor en física y profesor de historia–, se propone como una forma de interpretar la realidad de una crisis (diciembre de 2001) que tanto ha bordeado la inverosimilitud, logrando que la ficción clarifique lo que se nos mostraba como irreal. El último final se suma entonces a versiones y variaciones sobre la crisis como El año del desierto, de Pedro Mairal, o El grito de Florencia Abbate. Y, justamente al leer la versión de la crisis de El último final, nos damos cuenta de lo particular que fue ese fin de año argentino, en que se puso en práctica el perverso corralito bancario, De la Rúa escapó en helicóptero, desfilaron varios presidentes en una semana y, lo que no es menos sorprendente, Racing salió campeón después de 35 años. Pero el libro no se alimenta sólo del asombro. También pone en primerísimo primer plano la agonía de Emilia, una escritora que funciona como metáfora perfecta del país: Emilia es el mapa de la Argentina hecho cuerpo de mujer, aunque en un momento en que ese mapa es un verdadero caos. Y como en los típicos dibujos de la psicología gestáltica, figura y fondo se confunden, y no se sabe si la historia de Emilia está contextualizada en la crisis o si, a la inversa, es la crisis misma la que aparece contextualizada en la historia de
Emilia.
La originalidad de la novela está en exponer a partir de una ficción lo que sugirieron Barthes, Carlo Ginzburg y Michel De Certeau: como el pasado no existe porque ya pasó, la historia es una construcción que comparte muchos puntos en común con la literatura. Tema que el autor ya había tratado en su anterior novela: El último crimen de Colón. Como bien lo muestra el cuadro La piedad de Roger van der Weyden (que aparece referido en la novela), donde además de Cristo, la Virgen y San Juan aparece un mecenas contemporáneo no a Cristo sino al pintor, siempre hay mucho de presente en la historia. El último final, que carga una influencia muy grande de Borges, ya desde la pertinente redundancia del título explota esa presencia permanente de la escritura, y crea en el desenlace un argumento policial en torno de un supuesto plagio del propio libro que el lector tiene en sus manos. Idea atractiva a la hora de mostrar que la historia es siempre palimpsesto y reescritura.
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