Dom 07.05.2006
libros

JOHN DUPRé: EL LEGADO DE DARWIN

Nosotros los monos

La teoría de la evolución y todas las controversias y posiciones que ha generado el legado de Darwin son puestas al día en un libro valioso por su capacidad de cruzar biología y filosofía.

› Por Federico Kukso

El legado de Darwin:
qué significa hoy la evolución

John Dupré
Katz Editores
206 págs.

Cuando chocan las palabras "biología" y "filosofía" surgen cosas más interesantes que un neologismo altisonante como "biofilosofía". Se abre una disciplina nueva, o mejor, una "disciplina dentro de otra disciplina", que pone el ojo en los más variados asuntos concernientes a la vida y su desarrollo en el planeta; asuntos que cruzan los más diversos campos de estudio, despertando a su paso interrogantes cruciales para la existencia: desde qué es la naturaleza humana, cuáles son los límites de la ciencia, hasta cómo se originó y qué se entiende por "vida" son algunos de los temas alrededor de los cuales gira el pensamiento de los biofilósofos (o filósofos de la biología, como algunos prefieren ser llamados), intelectuales ávidos a la hora de ver más allá de la siempre dudosa practicidad total y presencia de las teorías y avances científicos en la vida cotidiana.

Pero por más intrigantes que parezcan estos asuntos y más congresos y charlas de café que disparen, no hay ninguno que supere en análisis, tergiversaciones, discusiones y tesis a la teoría de la evolución por selección natural, esa especie de "teoría madre" que desde hace casi 150 años cubre casi por completo a la biología y la rebasa para paulatinamente expandirse a la psicología, sociología y medicina, para mencionar algunas disciplinas. Con esta premisa invasiva en mente, el filósofo británico John Dupré, investigador de la Universidad de Exeter, ordena sus observaciones en El legado de Darwin: qué significa hoy la evolución, un libro chiquito pero poderoso, que oficia de atlas cartográfico del estado actual de la cuestión, sintetizando posiciones encontradas y conflictos nacientes. Los principales postulados de la teoría, las controversias, el argumento del diseño inteligente (y sus incongruencias), el determinismo biológico, la relación entre herencia y género, la existencia o no de las razas, los debates más caldeados entre biólogos (E.O. Wilson, Steven Pinker, Richard Dawkins versus Richard Lewontin, Steven Rose y Stephen Jay Gould), son algunos de los caminos expositivos que elige Dupré antes de arribar finalmente a su tesis. A saber: la teoría de la evolución ha sido (ingenuamente) malentendida y hasta abusada en extremo.

Y para demostrarlo, además de adoptar una actitud escéptica algo exagerada (que justifica plenamente), apela como estrategia discursiva a la contraargumentación. Así expone primero las posiciones extremas con las que está en desacuerdo –la psicología evolutiva, que pretende entender la conducta humana absolutamente en términos evolutivos, y el enfoque de la "pizarra en blanco", según el cual las disposiciones humanas no están restringidas ni afectadas por la biología– para luego destrozarlas con ejemplos y excepciones.

Al filo del cientificismo, el pensamiento de Dupré respecto de la religión se aleja explícitamente de posiciones más conciliadoras y moderadas como la del paleontólogo Stephen Jay Gould y la del filósofo de la ciencia Michael Ruse. Se aproxima más bien a otros biólogos evolucionistas de renombre como el británico Richard Dawkins –a quien etiqueta como "el más prominente científico ateo contemporáneo"– para quien la religión orilla la "alucinación colectiva". En esa sintonía, Dupré recuerda y subraya que la teoría de la evolución es lisa y llanamente incompatible con la religión ("tenemos evidencias que respaldan la teoría de la evolución, pero no hay ninguna evidencia que respalde la creencia en una deidad", dice con cierta arrogancia empirista), ya que socava cualquier razón remotamente plausible para creer en la existencia de una figura paterna todopoderosa: Dios ("la ciencia no afirma que no hay dioses, pero sin duda no dice que ninguno existe").

A la hora de elegir en qué bando se posiciona, Dupré confiesa que es tan "desarrollista" (o sea, ni abraza el determinismo genético ni se alinea con los que le otorgan una predominancia absoluta al ambiente) como "antigenocentrista" (es decir, le quita la importancia radical actualmente asignada a los genes) que pretende disipar la mitología genética, esto es, la visión que permea el mundo contemporáneo según la cual la causa de todos los comportamientos, desde los más perniciosos a los más nobles, está en los genes. Lo que hace Dupré, en definitiva, es rescatar otro tipo de evolución: aquella que emerge de la cultura (lenguaje y pensamiento como sus rasgos más destacados) y que determina la verdadera conducta social. Rescate que hace el biofilósofo para apostar por una idea ya conocida: la vida (y la biología) necesitan mucho más que la evolución para tener sentido.

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