LANZAMIENTOS
Un sello poético con los días contados
› Por María Moreno
Hay un tango que dice “si ves unos guantes patito, rajá”. Habría que desatender a lo manifiesto de la palabra “guantes” ya que sobre lo que el tango advierte es sobre la retórica. Bárbara Belloc, Teresa Arijón y Manuel Harmelo fundaron la editorial pato-en-la-cara, desestimando eso de que el patito feo, en realidad, era un cisne para recurrir a la figura graciosa del pato criollo (en la presentación se repartieron caretas de plástico alusivas).
Manuel Harmelo leyó un manifiesto. Bárbara Belloc y Teresa Arijón leyeron cruzados sus libros (Espantasuegras y Poemas y animales sueltos) con una naturalidad que, luego de haber escuchado los amaneramientos de los recitales de poesía, sonaba tan extraña y sorprendente que no parecía castellano.
Manuel Harmelo parecía estar lanzando un manifiesto pero que carecía de signos de admiración, bravatas iniciáticas, insultos a los mayores y melenas de artista romántico. Dijo que Cayce Pollard suele recitar como un mantra “le dio un pato en la cara a quinientos kilómetros por hora” pero que siempre se ve obligada a explicarse. Alguien le contó en su juventud que un avión comercial que intentaba despegar de Sioux City había chocado con un pato en pleno vuelo. El parabrisas había saltado hecho añicos, uno de los cuales había quedado incrustado para siempre en el ojo del piloto.
Pato-en-la-cara (léase con tono de deletreo mafioso) es un circuito cerrado de poesía, ensayo, teatro y otras intervenciones sonoras, una suerte de club de “paranoicos de la semiótica”, una mafia chic contra ciertos logos, conductas y tendencias (¿esas editoriales donde todos los libros parecen del mismo poeta (malo)?) (¿esa manera de leer en los recitales que suena como una canilla que gotea y donde los excesos de la letra “ye” delatan a los autores de cuarenta años?). En lugar de rogar por su propia vida o entregarse a la organización de kermesses para subsistir, pato-en-la-cara decidió un trabajo de dos años. Su programa incluye, amén de Espantasuegras, de Bárbara Belloc, Poemas y animales sueltos, de Teresa Arijón, y el cd 10.45.50 que ya están en la calle, Fragmentos y poemas completos de Safo y El ladrillo hueco de John Berger. ¿Que cómo consiguieron este último original? Le mandaron un mail a Berger y un cheque por 100 dólares.
El cisne fue el símbolo del modernismo. La metáfora del pato no indica decadencia ni caída en la pobreza como en la acepción lunfa sino rareza. Es que el pato-en-la-cara parece hijo de perdiz: La Perdiz fue la exquisita editorial fundada por Arturo Alvarez, más conocida como Los Libros de la Perdiz. Eran bellos ejemplares ilustrados, de formato incómodo para las bibliotecas perezosas: Los sonetos del jardín de Silvina Ocampo, Las vísperas de Fausto de Adolfo Bioy Casares, Cartas de las que no se envían de Ana de Noailles, La cruzada de los niños de Marcel Schwob constituyeron una lista módica pero inolvidable. Pato-en-la-cara es hijo de La Perdiz por su defensa de un gesto estético total que se libra de la transacción entre vocación y trabajo, privilegia la alianza a la sociedad y el uso de la palabra editorial por el de una línea poética que se sintetiza en un grito de guerra: Cuá.
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