RESCATES
› Por Juan Pablo Bertazza
Hay en la historia de algunos movimientos literarios anécdotas poco exploradas que, de difundirse, concentrarían más poder que mil manifiestos juntos. En el caso del Surrealismo, uno de los acontecimientos capaces de explicar los infinitos contactos entre el arte y la vida es la historia del poeta argentino Aldo Pellegrini, autor de esta antología de la poesía surrealista europea que hoy se reedita.
Aldo Pellegrini, desde las aulas de la Facultad de Medicina (fue médico de profesión durante muchísimos años), logró trascender como el fundador del “primer grupo surrealista en un idioma distinto al francés”, según sus propias palabras. Todo empezó en el año 1926 (el Surrealismo había sido fundado por André Breton, en París en 1924), cuando organiza un pequeño grupo integrado en su mayoría por estudiantes de medicina que, un par de años más tarde, editarían en Buenos Aires la revista Qué y que incluía a Carlos Latorre, Juan Antonio Vasco, Celia Gourinski, Enrique Molina, Oliverio Girondo, Francisco Madariaga, Juan José Ceselli, Julio Llinás, Olga Orozco y Alejandra Pizarnik.
No hubo tiempo para pensar: el número inaugural de la revista irrumpió en Buenos Aires con una convicción tal que Pellegrini, casi sin notarlo y todavía enfundando en su guardapolvo blanco, se vio en la piel de gurú de los surrealistas rioplatenses, despreciando a autores como Borges, Faulkner y T. S. Eliot, mientras recomendaba –a finales de los cincuenta–- a un muchacho aficionado al Surrealismo que recién empezaba a forjar sus armas en secreto: Julio Cortázar.
Años más tarde, el temple de Aldo Pellegrini se enfrentó al conformista medio literario argentino desde una lucidez que fomentaba siempre la agitación, como así lo marca el título de su libro de ensayos Para contribuir a la confusión general y su colección más importante de poesía La valija de fuego.
Con semejante historia, no podía ser otro que Pellegrini quien se tomara el trabajo de compilar y traducir la Antología de la poesía surrealista, publicada originalmente en 1961 por la mítica Fabril Editora y hoy reeditada bajo el sello de su hijo Mario: Argonauta.
El libro fue alabado por André Breton, pope de carácter nada dócil, como “la antología más completa hasta la fecha en cualquier idioma”. Y los motivos que merecieron el halago son muchos: La Antología de la poesía surrealista recoge lo mejor de casi setenta poetas de todas las épocas del movimiento en Europa, desde 1922 hasta 1961, distribuidos en dos secciones: “Poetas militantes del grupo surrealista” y “Poetas de lenguaje surrealista”, donde podemos encontrar a aquellos autores que prefirieron mantener una independencia con respecto al Surrealismo. La antología cierra con “Textos en colaboración”, que a su vez culmina con el juego por excelencia del movimiento: el cadáver exquisito. La nueva edición de este verdadero diccionario subjetivo (el autor se permite pertinentes y autorizados juicios estéticos al, por ejemplo, condenar a Salvador Dalí por sus humoradas intrascendentes y exaltar a Antonin Artaud por llevar el Surrealismo a su máxima expresión) respeta la brillante edición original aunque mejorándola con un valioso aporte fotográfico.
Una singular naturaleza enciclopédica-subjetiva le da férrea identidad a este celebrado trabajo que no ve contradicciones entre pasión y conocimiento; como lo advertimos, por ejemplo, al leer con total naturalidad y asintiendo silenciosamente con nuestra cabeza, un juicio totalmente personal de Pellegrini como aquel según el cual el Surrealismo está asentado en tres pilares: el amor, la poesía y la libertad.
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