PUIG EPISTOLAR
El segundo tomo de las cartas familiares de Manuel Puig (desde Nueva York 1963-1967 y Río de Janeiro 1980-1983) lo encuentra en su etapa de cinéfilo y de escritor consagrado
› Por Juan Pablo Bertazza
Querida familia-Tomo 2: Cartas americanas
Manuel Puig
460 págs.
Entropía
Del tríptico de cartas familiares de Puig, este segundo tomo reúne doscientas treinta y cinco misivas que envió el escritor desde Nueva York de 1963 a 1967, y desde Río de Janeiro de 1980 a 1983. Con una fuerza narrativa similar a la de las cartas europeas, el presente epistolario comienza a trazar la consagración de Puig, desde que pule los capítulos de La traición de Rita Hayworth hasta las realizaciones cinematográficas de sus primeras novelas.
El primer tomo de Querida familia empezaba con la romántica partida en barco a Europa en 1956 con el ingenuo objetivo de hacer contactos a lo loco para poder consagrarse como director de cine; pero esta segunda parte marca el paso hacia su madurez como escritor cinéfilo. Ya con la experiencia, mucho más afín a su literatura, de un turbulento viaje en avión (lo cual se hará recurrente con un puesto en Air France), y ayudado por el propicio escenario de Nueva York, Puig se vuelca a escribir con estrategias más productivas, al tiempo que va tomando una confianza creciente en su prosa. Aunque siempre que habla bien de sí mismo, enseguida se burla con la frase qué plato, como si todavía no pudiera soportar el peso del éxito: “Para ellos [los responsables de la editorial Gallimard] soy ya una realidad luminosa, un astro en el firmamento literario, qué plato”. Es en esta etapa cuando realmente Manuel Puig desarrolla su naturaleza de cinéfilo, por eso también abundan sus comentarios sobre películas, estrellas de cine y adaptaciones teatrales. De todas maneras, una sorpresa agradable es encontrar algunas reveladoras menciones literarias que, generalmente, permiten ir diagramando un juego de oposiciones: aquello que Puig no quiere ser. Así encontramos una simpática definición del nouveau roman, “algo interesante nada más para los escritores”. En efecto, casi todos los dardos hacia sus colegas no tan colegas van a ir dirigidos al tedio y el atraso. De José Donoso opina que es de “una pobreza y chatura de no creer, escribe como un escritor mediocre... de hace cien años”, de Pablo Neruda que “no pudo evolucionar” y a la novela La ciudad junto al río inmóvil de Eduardo Mallea la considera “un tratado de cómo no escribir”. Un parámetro similar emplea en sus pocas menciones positivas. Cuando habla de Lorca, de quien reconoce sacar ritmos y trucos, dice que “resiste muy bien el paso de los años”. Pero tal vez la referencia más interesante sea la que hace respecto de las Aguafuertes porteñas de Arlt, teniendo en cuenta que Puig se inscribe en esa misma apropiación de lo popular recreada por Cortázar: “Hace un uso especial del lunfardo desastroso porque se complace en eso y hace uso y abuso. Creo que eso tiene que limitarse a lo estrictamente necesario, cuando no hay otra palabra que el personaje pueda decir”.
El segundo tomo de Cartas de familia se completa con una jugosa entrevista que le hicieron en sus últimos años en Brasil y un glosario del dialecto parmesano que condimenta un poco su fascinante voz personal. Esa que, aunque no la escuchemos, siempre está.
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